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Restons! L'étoile vagabonde

Dont les sages ont peur loin,

Peut-être, un emportant le monde,

Nous laissera dans notre coin!

El cometa no viene a exterminarnos. Sigue agitando su cabellera merovingia ante la cara respetable de la luna, y continúa sus aventuras donjuanescas. Tiende a Marte una estocada y se desliza como anguila por entre los anillos de Saturno. ¡Míralo! Sigue lagartijeando en el espacio, bombardeado por las miradas de la Osa. Reposa en la silla de Casiopea y se ocupa en bruñir el coruscante escudo de Sobieski. El Pavo Real despliega el abanico de su cola para enamorarle, y el ave indiana va a pararse en su hombro. La Cruz Austral le abre los brazos, y los Lebreles marchan obedientes a su lado. Allí está Orión, que le saluda con los ojos, y el fatuo Arturo viéndose en el espejo de las aguas. Puede rizar la cabellera de Berenice, e ir, jinete en la Jirafa, a atravesar el Triángulo boreal. El León se echa a sus pies y el Centauro le sigue a galope. Hércules le presenta su maza y Andrómeda le llama con ternura. La Vía Láctea tiende a sus pies una alfombra blanca, salpicada de relucientes lentejuelas, y el Pegaso se inclina para que lo monte.

Pero vosotras no lo poseeréis, ¡oh estrellas enamoradas! Ya sabe lo que otros de sus compañeros han perdido por acercarse mucho a los planetas. Como los hombres cuando se enamoran, se han casado. Perdieron su independencia desde entonces, y hoy gravitan siguiendo una cerrada curva o una elipse. Por eso huye y esquiva vuestras redes de oro; ¡es de la aurora! Miradle cómo espía a su rubia amada por la brillante cerradura del Oriente. El cielo empieza a ruborizarse. ¡Ya es de día! Las estrellas se apagan en el cielo, y los ojos que yo amo se abren en la tierra.

 
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Los amores del cometa de Manuel Gutiérrez Najera   Los amores del cometa
de Manuel Gutiérrez Najera

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