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-¡Pues por la sencilla razón de que es la autoridad! -trataba de convencerle el mariscal de la nobleza-. Y sin ella, no se puede pasar... Arriba, el gobernador; en el medio, el jefe de policía del distrito; abajo, el alcalde rural. Y a los lados, los mariscales de la nobleza, los presidentes de corporaciones, las tropas...

-Ya lo sé. ¿Pero para qué? Dice usted que el alcalde rural, bien. El alcalde rural está cerca del mujik, también me doy cuenta de esto. No obstante, imagínese: el mujik vive, ara, siega, se reproduce, se multiplica; en pocas palabras: recorre el ciclo de su vida. Y de pronto, sin que se sepa de dónde surge, como de la tierra, el alcalde rural... ¿Para qué? ¿Qué ha ocurrido?

-No ha ocurrido nada, pero puede ocurrir, Vuecencia...

-No lo creo. Si la gente vive a su gusto, ¿para qué necesita al alcalde rural? Si atienden a sus necesidades, pacíficamente, no se olvidan de Dios, respetan a la zarina. ¿qué puede ocurrir, más que bueno? ¿Y qué puede quitar o añadir en este caso un alcalde rural? Cuando Dios dé buena cosecha, habrá buena cosecha; si Dios no la da, ya se las arreglarán de alguna manera para vivir. ¿Qué falta hace entonces el alcalde rural? ¿Acaso puede él aumentar o disminuir ni siquiera una sola espiga en el haz? No, empezará a acometer, a perturbar, a alborotar, eso si no manda a presidio a alguno... Y nada más.

-Bueno, pero a nadie se le mete en presidio sin motivo, ¡siempre es por algo!

 
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Conversación ociosa de  Saltikov Schedrin   Conversación ociosa
de Saltikov Schedrin

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