-Vuecencia y vuestra esposa... Lukeria lvánovna.
-Lukeria lvánovna, tal vez, pero lo que es yo,
¡no! A mí... ¡libéreme de eso! Además,
¿quién necesita tal objetivo?... "La unión de la
sociedad"... ¡¡Y de la de aquí, por
añadidura!!
Los dos interlocutores callaron definitivamente. Y quizá
se hubieran encontrado en una situación muy embarazosa, de no haber
venido en su ayuda el tesorero del gobierno civil.
Era aquel el día 30 del mes, fecha en que, como es
sabido, cobran en un tiempo sus haberes los funcionarios y el tesorero se
presentaba en todos los despachos de los jefes de las oficinas con las
nóminas, que se iban llenando de firmas bajo el "recibí"
corespondiente.
El gobernador tomó de manos del tesorero el fajo de
billetes, contó el dinero sin precipitarse, lo dejó sobre la mesa
y firmó.
-Bueno, ¿y eso? -bromeó el mariscal de la
nobleza, señalando el fajo de billetes-. ¿En qué sentido
hay que comprender "eso"?...
-Ah... ¿Se refiere usted a "esto"?
-preguntó a su vez el gobernador como si se despertara de un
sueño.
-¡Sí! A eso. ¡A eso mismo...
precisamente!
-Hum... ¿"Esto"?.. Pues esto es... ¡una
remuneración de los servicios!