Y también las madres de los niños están
allí, apretadas, y lloran; cada cual reconoce su hijo o su hija, y los
niños revolotean hacia ellas, las besan, enjugan sus lágrimas con
sus manecitas, y les suplican que no lloren, pues se hallan también
allí.
Y abajo, por la mañana, el conserje encontró el
cadáver del niño refugiado en el patio, helado, detrás de
la pila de leña. También se encontró a la madre en el
sótano.
Había muerto antes que él; ambos se han visto en
el cielo, en la casa del Señor...