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Nuestro vaporcito comenzó a trabajar
y con fuerzas renovadas remontarnos el río hacia una meta incierta. Como
ocurrió la víspera nos acompañó también ese día a derecha e izquierda la eterna monotonía de una selva ininterrumpida y sólo el interés por el inundo animal y vegetal desconocido nos distraía en nuestro uniforme camino. Algunas palmeras maja luchaban por desplegarse en la espesura. Más adelante alternaron con tucumás, palmeras con cuya paja los indios confeccionan toda clase de trabajos trenzados y jauaris, llamativas por sus troncos claros y unos pocos penachos ruagros en su ápice. Una de estas palmeras sobresalía aislada en medio del río, con el agua casi hasta la copa. Bandadas de periquitos volaban sobre la selva mientras un papagayo de plumaje verdoso seguía su derrotero solitario. Las riberas que íbamos dejando atrás estaban pobladas en su mayoría de igapó. Divisamos enormes araceas posadas en algunos árboles y a una rama muerta aparecía aferrada aún una, trepadora de hojas carnosas y aspecto ajado. Todas las Islas del lugar abundan en
árboles oleaginosos, que nuestro guía llamaba namué.
Entretanto, pasamos por la choza india que debiera haber sido nuestro albergue la noche anterior. Una bella golondrina, extraordinariamente esbelta con larga y vistosa cola, dorso negro y, abdomen de plumas blancas, voló sobre el río. Algunas palomas grises salieron de la espesura, un bienteveo amarillo de alas par(las dejó oír su grito. No faltaba allí tampoco el representante de la familia de los tordos, el muy difundido Cassicus persicus, y por la orilla se paseaba una enorme ave acuática. Sobre las aguas, las mariposas revoloteaban en derredor de arbustos de flores anaranjadas y rosadas. Próxima al río, apareció una choza tapuio con sus moradores de piel oscura. Entre las variedades de palmeras pudimos admirar una curiosa especie globosa de palmera de abanico y una bacabaí de sólo tres a cuatro metros. La assaí local también podría ser una especie aún no vista por nosotros del Brasil occidental, mientras que en una mauritia reconocimos a la Mauritia flexuosa del bajo Amazonas conocida desde antiguo. A menudo, se nos mostraban pintorescas bahías. Una víbora de coral muy larga, con anillos rojo claro a los que el sol impartía maravilloso atravesó el río a nado frente a nuestro barco. Era uno de los muchos ofidios negros de estrías rojas que habitan en América del Sud y que los brasileños designan Cobras coraes, aun cuando pertenecen a diferentes especies, más aún a distintas familias. |
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En la región del Amazonas
de Teresa de Baviera
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