Pórtico
Aquella noche llovía y
el aire bramaba.
Para hacer honor al refrán, el rabo de marzo, enloquecido y
prepotente, azotaba a diestro y siniestro.
Los hastiales de la capital de la provincia, del viejo Pozuelo de
Don Gil, se apretujaban contra los rollizos y los cabios de los tejados en esa
hermandad indestructible que provoca el miedo a la Naturaleza desatada.
Los árboles de la Plaza del Pilar habían recibido la orden de
vigilar el piso de enfrente y sus hojas se movían de acá para allá intentando
divisarlo todo.
Eran tiempos que se extinguen, pero que dejan profunda huella.
Una pista: Eran tiempos sin tiempo, porque el tiempo, "sacerdote
de la historia", estaba ausente.
Otro dato: Mirábamos a nuestro alrededor. Todo era uniformidad. No
apreciábamos la diferencia.
Una vez mi padre me dijo: si alguna vez crees en algo, ve a por
todas.
Pero si no tienes fe, ni lo intentes.