Introducción
Desde décadas atrás se ha enfatizado, de manera recurrente, en
las bondades del turismo para hacer frente a los retos de distinto orden que
enfrenta México; en un principio, tal planteamiento se limitaba a los beneficios
económicos que traía consigo a partir de la creación de empleos y la generación
de divisas. Sin embargo, poco a poco se ha ido reconociendo que, en general,
este sector no goza de las condiciones laborales más idóneas, por lo cual la
derrama económica se mantiene en el centro de los argumentos como el elemento
más poderoso a su favor.
Con el paso de los años y de cara a las transformaciones
socio-culturales, tecnológicas, económicas, políticas y ambientales registradas
en el contexto mundial, en otros países y también en México -aunque a ritmos
distintos- esta actividad ha sufrido transformaciones en su operación, pero
además y, quizá las más importantes se relacionen con el cambio sobre su
concepción por parte de los distintos sectores: el académico, el público, el
social e igualmente del turista mismo, que de manera paralela ha empezado a
adquirir un perfil que lo acerca a la reflexión sobre el cuidado a los recursos
naturales.
Esta nueva forma de concebir el turismo obedece, en lo que
respecta a la arista ambiental, a la preocupación expresada a partir de la
década de los setenta del siglo XX, por la explotación de los recursos naturales
-materia prima de esta actividad-. Los foros organizados en tal contexto y las
reflexiones derivadas de los mismos, generaron que paulatinamente se reconociera
que hombre-naturaleza forman parte de un binomio indisoluble.