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-¿Qué ocurre? -preguntó Devon con ansiedad.

-Algo... algo malo, monsieur -respondió la criada con voz temblorosa-. El niño...

Devon no esperó a que la criada terminara de hablar y salió corriendo con tal desesperación que casi tira al suelo a la muchacha. Al llegar a la habitación de su esposa, abrió la puerta e ingresó.

Cuando observó el rostro de Brigitte su cuerpo se paralizó. Jamás había visto tanto sufrimiento en sus ojos.

-¿Qué es lo que sucede? -preguntó a la partera.

-El niño viene mal -contestó la matrona sin mirarlo, mientras continuaba secando con un paño el sudor de la frente de Brigitte.

-¿Y eso qué significa?

-La criatura no está en posición. Creo que tiene el cordón enroscado a su cabecita; y si ello es así... -la partera lo miró con compasión-. Habrá que tomar una decisión.

-¿Decisión? ¿De qué está hablando? ¡Explíquese, maldita sea! -explotó Devon.

-Si el niño nace, tal vez no lo haga con vida. O al contrario, podría ser que su mujer no sobreviva o que murieran ambos. Por eso debe decidir qué vida quiere preservar -declaró la mujer.

Devon sintió que el corazón se le oprimía ante esas palabras. Se arrodilló junto a la cama y tomó la mano delicada de su esposa entre las suyas.

-¡Oh, amor! ¿Qué haremos? -exclamó con los ojos llenos de lágrimas.

-Salva a nuestro hijo -respondió Brigitte con la voz débil por el esfuerzo que estaba haciendo para parir. Su respiración era agitada y al instante lanzó un grito de dolor.
-¿Qué le sucede? -le preguntó asustado a la partera.

-Es sólo una contracción -respondió ésta.

Devon se llevó la mano de su esposa a los labios y le besó el dorso

-Mon amour, ¿cómo puedes pedirme que sacrifique tu vida? No puedo hacer eso. Te necesito a mi lado y el niño también.

-Pero... Devon... -replicó ella con voz llorosa-. Es tu heredero, es necesario que él viva.

-Eso no importa. Si no se salvara, tendremos otros hijos y...

-¡No! -le interrumpió ella-. ¿Y si mi próximo embarazo resultara complicado también? Yo no quiero volver a someterme a este sufrimiento.

-No pienses en eso. Ya verás que todo saldrá bien -le aseguró no muy convencido.

-Te lo ruego... -suplicó Brigitte, pero Devon la acalló con un suave beso en los labios. Luego se incorporó y miró a la matrona-. Ambos deben salvarse. Debe lograr que ambos sobrevivan
-le ordenó.

-¡Pero señor...!

-Ya me oyó -le interrumpió él. Dio media vuelta y se marchó.

Habían transcurrido tres horas desde que viera a Brigitte y Devon no tenía noticias todavía. Los nervios y la incertidumbre lo estaban consumiendo.

 
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