Y cuando esté de vuelta en mi
palacio, compraré diez eunucos jóvenes y me ataviaré como
los reyes y sultanes y me encargaré una silla de oro adornada de
pedrería. Y, montado a caballo, precedido y seguido por mil esclavos,
recorreré diariamente las calles y los zocos para distraerme, y la gente
me saludará al pasar e invocará sobre mí las bendiciones.
Luego iré a visitar al visir, que será el padre de la novia,
rodeado de mamelucos que marcharán delante y detrás de mí.
Y cuando el visir me vea, se levantará humildemente y me cederá su
sitio, y él se sentará algo más abajo, porque yo
seré su yerno. Entonces ordenaré a uno de los esclavos que
entregue una bolsa con mil monedas de oro, que constituirán la dote, y
él la colocará delante del visir. Y yo añadiré otra
bolsa para que se pongan de manifiesto mi espíritu generoso y mi excesiva
munificencia, y para demostrar que las cosas de este mundo son despreciables
ante mis ojos. Y cuando el visir se dirija a mí empleando diez palabras,
yo le contestaré solamente con dos.
Y regresaré a mi casa y cuando se
presente algún mensajero de parte del visir, le vestiré un rico
traje y si viene alguno con un regalo, lo devolveré y no consentiré aceptar nada de ningún modo. Luego, la noche de bodas, me engalanaré con el más rico de mis trajes y me sentaré en un diván cubierto de seda. Y cuando se presente mi esposa semejante a la luna llena, engalanada con sus joyas y atavíos; la ordenaré que permanezca en pie delante de mí, como hacen el tímido y el abyecto, y no me dignaré mirarla a causa de lo arrogante de mi espíritu y de la gravedad de mi sabiduría, así que las damas dirán:
-¡Oh, señor y amo nuestro!
¡Henos aquí a tu disposición! ¡Ésta tu esposa,
o mejor dicho, tu esclava, solicita de ti una mirada amable, manteniéndose respetuosamente en pie delante de ti! ¡Dígnate concederle una mirada, pues esa actitud ya le va resultando fatigosa! Entonces levantaré la cabeza y la miraré, dirigiéndole una sola mirada, y volveré a inclinar la cabeza de nuevo. Y seguiré comportándome de este modo hasta que haya terminado la ceremonia de la presentación. Y entonces la conducirán a la cámara nupcial.
Y yo me levantaré de mi sitio y me
dirigiré a otro aposento, y me pondré mi ropa de noche y penetraré en la cámara donde ella me estará esperando, y me sentaré sobre el diván pero no le dirigiré ni una mirada. Y las mujeres me instarán para que me acerque a ella, pero yo no escucharé sus palabras. Y mandaré a varios criados a buscar una bolsa con quinientas monedas de oro y las repartiré entre ellos y ordenaré que se retiren.
Y cuando se hayan retirado me sentaré
junto a la novia, pero a una digna distancia, para que ella pueda decir: "¡verdaderamente éste es un hombre de arrogante espíritu!" Luego su madre vendrá a mí y me besará las manos y me dirá:
-¡Oh mi señor, dígnate mirar a tu esposa con mirada benigna, pues espera sumisa ante ti!.