La picaresca acontece en ellos monumento. El arte de la Vida deja
en ellos testimonio de la falta de justicia. Posiblemente faltaran a la escuela
ese día, las clases de Primaria acaban a las cinco, y eran las cuatro y media de
la tarde. Tal vez las palomas las compraran en el supermercado al salir del
colegio de pago, es bastante probable, sin embargo, yo me decanto a pensar que
los niños cazaron las palomas mientras vagaban por las barcelonesas calles en
busca de diversión, distracción, ¿y por qué no?, algo de comida. Las
desigualdades amagan con acabar como nuestra educación, sepultadas por la más
infame de todas las chatarrerías, la de la ignorancia, y la del lamento, la del
declive y la del amargo sabor de falta de conocimiento, de sociedad rancia y sin
sustento.
La otrora profesora parece resplandecer, en tanto que lucero, en
los rostros de los muchachos. De golpe se giran, me miran y parecen amenazarme.
Soy para ellos mezquina materia de otra dimensión, inescrutable e intocable,
maná de la dichosa sociedad, en fin, miembro de otra clase social. El esclavo,
el siervo y el obrero parecen representarte de golpe en estratos más
privilegiados que los lozanos morenos. Los niños comerán caliente, pero no
podrán disponer de lujos todo el tiempo.
La ignorancia de los pequeños acontece de mayor utilidad que los
conocimientos marciales, "mangológicos" o son gokeños, los afortunados chavales
de la otra orilla parecen no conocer a Gengish Khan, ni a Atila, ni tampoco a
los bomberos toreros. Sin embargo, me vuelve a la cabeza la Edad Media, esa
etapa donde la preocupación era comer y vivir en paz y armonía, o bien estudiar
y querer prosperar en una parroquia, cátedra o puesto de escribano, acaso de
funcionario; bueno, todo dependía
igualmente del privilegio y del grueso de la bolsa. Es curioso, las diferencias
se perfeccionaban, a priori, con mejor gusto, el pobre trabajaba y el
privilegiado, al menos nominalmente, estudiaba, ordenaba, o hacía parecer que
mandaba.