No sé si Javier habrá jugado o no balompié, ni me interesa. Pero
me resulta imposible imaginarlo frente a la pantalla de televisión mirando
mediocres series de dibujos animados cargados de violencia; más bien se me
aparece la figura de un niño abstraído en un programa dedicado a los dinosaurios
-de un conocido canal mundial de producciones documentales y educativas-, hecho
que le otorga cierta ventaja puesto que en mi niñez de televisión, nada, hasta
los diez años y excepto "El Mundo en Guerra", o alguna película épica, lo demás
no me interesaba en lo absoluto.
Se define como un "Catalán con raíces castellanas y andaluzas", lo
que no es poco, y sé de lo que hablo pues he tenido el privilegio de conocer su
tierra y, más aún, ser padre de una hija medio catalana.
En tren de imaginar, lo pienso lector voraz desde que no llegaba a
superar la altura de la mesa y se me ha revelado como un avezado escritor,
sorprendente para su edad, dueño de una erudición inusual en ciertos temas que
lo apasionan.
Y hablando de pasiones, con Javier Serrano Copete compartimos
nuestro amor por la Historia, la más memoriosa -y en ocasiones rencorosa y
vengativa- de entre todas las hijas de la madre Filosofía.
Puesto que tenemos un Océano de por medio, no lo he visto
personalmente, pero si resultare cierto aquello de que "uno hace lo que es",
puedo imaginarlo vital, extrovertido, aventurero, generoso, versátil, confiado,
emprendedor, sensible, talentoso, creativo, memorioso, reflexivo, comprensivo,
diplomático y pródigo en palabras a la hora de la conversación.
Lo conocí profundo, analítico, expresivo, culto, aplicado,
ordenado, observador, prolijo y exhaustivo.