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Con el progresismo se instauraron condiciones modernas de explotación a las clases trabajadoras, se mantuvo la distribución desigual de los medios de producción, no se alteraron las estructuras oligopólicas de los mercados y tampoco se redujeron los subsidios estatales a los grandes grupos económicos. Si bien es cierto que hace ya siglos que los bienes naturales de América Latina, en toda su dimensión, fueron incorporados al sistema mundo capitalista como bienes destinados para la retroalimentación del capitalismo global, ha sido durante está última década y media el período en el que se ha agudizado esta dinámica de la modernidad/colonialidad. Este retroceso nos lleva al renacentismo, cuando Sir Francis Bacon plasmaba su ansiedad mediante el siguiente mandato: que “la ciencia torture a la Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos, para conseguir develar el último de sus secretos…”. Por otro lado, los autores dejan claro en el transcurrir de las siguientes páginas que la transferencia en forma de subsidios del excedente extractivista –eso que podemos definir como políticas sociales compensatorias– careció, mientras duró, de perfil transformador y mucho menos movilizador para la sociedad. En palabras de Carlos Lessa, quien fue nombrado por Lula da Silva para presidir del BNDES en 2003 y luego fue cesado por el mismo tras negarse a apoyar la política neoliberal gubernamental, “pasamos de ser una periferia inquieta a una periferia conformista”, denunciando también dicho funcionario que no existió traspaso de renta de los más ricos hacia los pobres, ni cambios estructurales, pese a que los tres primeros gobiernos petistas fueron “razonablemente exitosos”. Sería el propio André Singer, quien ejerció como portavoz de la presidencia de Lula, quien reconocería que “como el lulismo es un modelo de cambios dentro del orden, y hasta un refuerzo del orden, por lo tanto no puede ser movilizador”. Pues así las cosas, queda claro que las políticas sociales mejoran transitoriamente los ingresos de los beneficiarios, pero no modifican su lugar estructural. En tan solo dos palabras: no transforman. Brasil está sumido desde hace dos años en la peor recesión económica que ha vivido el país en más de un siglo, y los autores de esta obra nos dicen que el país vive una “crisis de hegemonía” donde no hay fuerzas políticas con propuestas consistentes capaces de darle algún rumbo al país en la disputa por el poder. Textualmente los autores nos indican que “en 2013 el PT perdió las calles; en 2014-2015, el Congreso”. Sin embargo y pese a la revitalización de nuevas izquierdas autonomistas superadoras del paradigma del Partidão (el PT como partido de masas), desde su nueva lógica de oposición y carente de voluntad por ejercerse autocrítica alguna, el petismo parece que se rearticula como bajo una “renovada” hegemonía post-impeachment ante los sectores de la izquierda brasileña. En todo caso y pese a esta frustrante situación, esta por verse si las operaciones judiciales derivadas del Lava Jato permiten la presentación de la candidatura de Lula a las próximas elecciones presidenciales…. ya que como bien se indica en el libro, “no existe liderazgo en el PT más allá de Lula”.
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Brasil: fracaso del lulismo y emergencia de alternativas
de "Aguiar, F. R.;Cervo, F."
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