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Pasado década y media de gobiernos progresistas en la región, el modelo de desarrollo latinoamericano ha agudizado su dependiente inserción internacional como proveedores de materias primas en el mercado global, implicando una mayor vulnerabilidad de nuestras economías y subordinándolas aún más a las fluctuaciones erráticas de los mercados internacionales. El agotamiento del período de crecimiento basado en la reprimarización y la financiarización manifiesta los límites del progresismo actual y la necesidad de una política de izquierda que no se reduzca a una simple redistribución del excedente. Pese a los folclóricos discursos oficialistas que llegaron a la osadía de hablarnos de una “segunda independencia”, la historia le volvió a dar la razón a Marx cuando se nos avisó, siglo y medio atrás, de que “la manera como se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría”. Así las cosas va quedando también en cuestión hasta el tan altisonante concepto de “década ganada”, el cual esta siendo esbozado mediante las vocerías de esta intelectualidad latinoamericana al servicio de poder. Fue Tomas Piketty quien hace relativamente poco tiempo nos demostró que desde 1700 hasta 2012 la economía mundial creció en promedio 1.6% anual, mientras la tasa de retorno del capital generó un indicador que oscila entre el 4 y el 5%. Lo anterior implica que la riqueza global terminó en muy pocas manos y en el caso de América Latina estos indicadores han sido aún de mayor concentración. Pese a la reducción de la pobreza durante está última década en la región, lo cual no es un logro de los gobiernos progresistas dado que todos los países del subcontinente bajaron sus indicadores de pobreza en 2003 y 2013 salvo Honduras, y como consecuencia de no haberse intervenido sobre los pilares estructurales de la desigualdad, hoy en América Latina el 10% más rico de la población concentra el 71% de la riqueza. Sería el propio Banco Mundial quien indicaría en un informe del 2016 que de mantenerse esta tendencia en menos de diez años el 1% más rico tendrá más riqueza que el 99% restante. Fruto de lo anterior, aplica aquella cita de Albert Camus mediante la cual se aseveraba que “la estupidez siempre insiste”, pues los gobiernos progresistas creyeron que los niveles de crecimiento económico que fueron fruto del ciclo alcista de los commodities se mantendrían de forma permanente. Seamos serios, si bien es cierto que han existido países de la periferia más cercana al centro que han conseguido, mediante dinámicas de desarrollo tardo-capitalistas, ocupar posiciones prominentes en el mercado global a costa de viejas potencias en declive, basta releer la teoría marxista del desarrollo desigual y combinado para poner en discusión que esta regla pueda generalizarse. En la cúspide de la pirámide global capitalista no hay sitio para todos, y esto implica que muy pocos países hayan logrado un crecimiento rápido y sostenido a lo largo del tiempo.
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