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En esta historia, el camino significaba tener que estar en alerta, aprender un nuevo idioma, descubrir, interpretar, tratar de comprender otra cultura, conocer otros gustos, sabores, aromas, modos de alimentarse, vestirse y cuidarse. En síntesis, asimilar que debían adaptarse a un mundo extraño. Para lograrlo era imprescindible expandir la mente, abrirse a lo nuevo, trabajar muy duro para sostener la fuerza, la entereza y la fe necesarias para superar con éxito todas las vicisitudes. Para ellos este momento llegaría mucho tiempo después. En primer lugar tuvieron que transitar otros caminos en los que se vieron obligados a resistir el hambre, las enfermedades, los abusos, la explotación, las humillaciones, indignidades y peligros más atroces; la aniquilación de los derechos, la injusticia, hasta llegar a la degradación más salvaje del ser humano e ingeniárselas para eludir a la muerte. Me interesa insistir en que solo es una circunstancia que esto haya transcurrido durante la Segunda Guerra Mundial. El concepto de vencedor es una definición histórico-política para establecer las condiciones de la nueva estructura de poder mundial, regional o local. La intención es dar un escarmiento a los vencidos y una advertencia a los potenciales enemigos. La memoria es patrimonio de todos los pueblos involucrados. Somos millones de familias que nos vimos atravesadas por distintas guerras como consecuencia de disputas de poder, casi siempre ajenas a nosotros y decididas por unos pocos. Guerras que dejaron un luctuoso saldo de entre cincuenta y setenta millones de muertos. Sin contar los cien millones de heridos y la pérdida de su tranquilidad de su vida cotidiana, sus bienes y hasta su patria. Esta historia es un relato de superación donde nada “cayó del cielo” sino que todo fue un duro trabajo de supervivencia. Urszula, a pesar de sus noventa y tres años, vive sola, se levanta y busca el mejor precio en el supermercado, cocina, va a sus médicos, lee en varios idiomas, paga su alquiler sin depender de nadie y tiene una vida serena y apacible. Ahora está muy atenta y motivada, con las expectativas puestas en la escritura y el futuro de este libro que trata de su vida, algo impensable en Tawda. Urszula, mi madre, que supo resistir, rehacerse y aprender a sobrevivir desde la adversidad, me dio la vida y el mayor ejemplo de coraje y dignidad. Ella, que padeció la crueldad del silencio durante muchos años, hasta ser reconocida con una medalla por “los trabajos forzados infantiles” que realizara en Siberia, y desagraviada con una magra pensión otorgada por el Gobierno de Polonia y no por sus captores rusos. Ella, que me aprueba, sorprendida y complacida, al ver mi interés en plasmar en un libro todos los detalles de su vida y la de su familia en esos años terribles. Ella, que trabaja a la par buceando en su memoria. Y goza y sufre al mismo tiempo al rescatar imágenes, momentos, sensaciones, sentimientos y hasta aromas, colores y sonidos. Ella, que tira del hilo para desenredar la madeja de la historia y tejer la trama de este libro que mostrará algunos secretos mientras otros quedarán insinuados o encriptados para siempre. A ella, Urszula, nacida en Polonia el 13 de febrero de 1927. Hija de Dominik Kapała y Leontyna Dolinka, hermana de Irka y Zbyszek, casada con Tadeusz Karwowski. Madre de Cristóbal y Margarita, abuela de Sofía, Martín y Gabriela, con profundo agradecimiento le dedico este libro.
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