La importancia indicativa que se asigna aquí al rol ocupacional se basa en una hipótesis insustituible que merece un comentario: la ocupación asigna un lugar definido en la estructura económica y, a partir de allí, una clara asignación de pertenencia a estratos sociales íntimamente vinculados con la estructura de clases. Establece, en otras palabras, una ubicación precisa en un sistema institucional (la estructura económica) a través de su inserción en un sistema de poder (la unidad económica básica), fijando, al mismo tiempo, relaciones igualmente precisas respecto de la propiedad. A veces, un rol ocupacional, como el de sacerdote o militar, se inserta en sistemas institucionales diferentes. En el caso del militar, por ejemplo, tanto forma parte de la estructura económica, en cuando presta un servicio, como en la estructura del poder político en sentido lato. Desde luego estas diferencias son importantes para explicar el curso del proceso social. De ahí que la utilización exclusiva de la dinámica de clases no sea suficiente, entre otras razones, como herramienta explicativa, no obstante su valor troncal. Por otra parte, no hay duda que, el rol ocupacional apunta tanto a esa dinámica como a la institucional en su más amplio sentido.
Finalmente, la ocupación absorbe profundamente la vida personal y se convierte en un tremendo agente socializador en el proceso de formación del individuo. Las vicisitudes de la camera ocupacional crean profundas raíces emocionales, y, en el otro extremo, dibujan metas y expectativas de variable aunque indeleble repercusión en la personalidad. Como el sistema ocupacional -más allá de las diferencias idiosincrásicas- crea miles o millones de situaciones similares, crea al mismo tiempo las condiciones para que, potencialmente -y realmente, según sea el aspecto que consideremos- miles o millones de individuos sientan, quieran y actúen en forma parecida. Este principio, conocido desde el siglo XIX y clarificado con el aporte de la psicología, es una de las bases teóricas de la sociología y de la psicología social.
4. Aclaración final
Quedaría por aclarar qué entendemos por "caudillo" y por qué hemos elegido el período 1810-1870.
Con respecto al primer punto, es evidente que la adopción de algunas personalidades como objeto de nuestro estudio - y su contrapartida, la exclusión de otros- supone el uso de ciertos criterios que sólo pueden surgir de una adecuada definición. En las condiciones actuales, sin embargo, una definición teóricamente irreprochable es imposible. Lo que podemos decir aproximativamente es que los caudillos fueron jefes militares -o civiles que asumieron el rol militar- y que en el período 1810-1870 ejercieron un poder no institucionalizado, simultánea o alternativamente, en una cierta área del país, contando para ello con el apoyo de las fuerzas armadas existentes y con algún consenso popular- variable según los períodos y las regiones que se consideren.
A pesar de su inevitable arbitrariedad, pues no permite una discriminación tajante entre aquellos que en la terminología común son considerados caudillos y los que no lo serían, es la definición provisional que finalmente adoptaremos para justificar nuestra elección.