La biografía intelectual a dos voces tenía pues como eje
central el itinerario de las ideas republicanas en un país en escorzo, huérfano
de las tradiciones que pudieran brindar a esas imágenes del pasado y del
presente el hogar propicio de una legitimidad adquirida. Se trataba, en
consecuencia, de exponer una trama que se desenvolvía sobre planos superpuestos:
el plano por donde circulaba el lenguaje de Alberdi y Sarmiento confrontando su
inmediata experiencia, y el plano más profundo de ese yacimiento al cual
aludíamos más arriba con sus capas de palabras y estilos, de ideas y creencias y
de teorías y retórica que se referían, todas ellas, a una forma de gobierno
llamada república.
La articulación entre estos planos remitía entonces no sólo al
lenguaje de dos interlocutores a caballo entre el exilio y el ejercicio del
poder, en trance de echar las bases de una legitimidad futura, sino al problema
más complejo de la historia intelectual, próxima y lejana, que servía de
contexto a aquella empresa. De este modo, las ideas políticas del tiempo en que
les tocó escribir y actuar a Alberdi y Sarmiento son la parte visible de muchos
antecesores que, en un rincón del extremo sur americano, inspiraron otro
capítulo perteneciente a un extenso relato universal. Las ideas son hijas de su
tiempo y herederas de un trajinado recorrido por el pasado.
Por eso, estas vueltas de la historia -de la historia pensada y
de la historia vivida- tienen la peculiaridad de recoger en su camino una
variedad de significados. Más aún en el caso de la tradición republicana, cuyos
orígenes se remontan a la historia antigua de griegos y romanos, o a los ensayos
que tuvieron lugar en las ciudades italianas y de los Países Bajos entre los
siglos XV y XVII, para entrar luego, cuando fenecía el siglo XVIII, en la gran
aventura moderna iniciada por las revoluciones norteamericana y francesa.
Estos significados no sólo resaltan por su importancia
heurística. Se destacan, sobre todo, en la perspectiva de una historia capaz de
recuperar los valores de una sociedad en formación, como formas de entendimiento
dotadas de plena actualidad. Según el método adoptado, éste es un punto central.
Si el lector tiene la paciencia suficiente para internarse en esta trama, podrá
comprobar que la frontera trazada por la Declaración de la Independencia de los
Estados Unidos en 1776 y por la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano en agosto de 1789, divide las aguas entre dos conceptos de república:
la república antigua o clásica y la república moderna o liberal. A vuelo de
pájaro esta esquemática hipótesis es atractiva pero no resiste un análisis más
atento al detalle. Veamos por qué.