Lo que nadie decía, pero lo que pensaban todos, era esto: «La culpa no es del género, no es de los moldes nuevos, es del repostero este, es del ingenio mezquino que se ha metido en moldes de once varas. Se ha equivocado. Esta es la fija. Se ha equivocado.»
Así pensaban los enemigos; y aun lo insinuaban, atacándome de soslayo. Y así pensaban los amigos, defendiéndome de frente e insinuándolo más con esta franca defensa.
¿Y Fernando? Fernando me
defendía casi a puñetazos. En poco estuvo que no tuviese dos o tres lances personales. Yo le oía de lejos; no le veía.