Los cuentos de Saltikov-Schedrin, a pesar de estar protagonizados por
animales parlantes son difíciles de ubicar dentro del género de
las fábulas. Quizás porque van mucho más allá del
cánon establecido en las historias de Fedro, Esopo y Samaniego.
Las diferencias son varias: mientras que en las fábulas los animales
dan cuenta de los tipos humanos, en los cuentos de Saltikov-Schedrin no hay
distancias, sino una cercanía extrema a la cruel Rusia zarista. Tampoco
es sencilla la moraleja, y de vez en cuando la tipología animal que usa
es ambigua.
En esa frontera borrosa entre la experiencia personal y la metáfora,
el autor indaga sobre los procedimientos de aparatos judiciales y prisiones. La
suerte del lebrato nos trae a la mente los amargos episodios sufridos por los
prisioneros en Siberia, y aún con aquél simulacro de fusilamiento
del que fue víctima Dostoievsky.