INTRODUCCION
[Descríbese el soto donde se reanuda el sabroso platicar de los
Nombres de Cristo.]
Porque fue así, que los tres, después de haber comido y
habiendo tomado algún pequeño reposo, ya que la fuerza del calor comenzaba a
caer, saliendo de la granja, y llegados al río que cerca de ella corría, en un
barco, conformándose con el parecer de Sabino, se pasaron al soto que se hacía
en medio de él, en una como isleta pequeña, que apegada a la presa de unas
aceñas se descubría.
Era el soto, aunque pequeño, espeso y muy apacible, y en
aquella sazón estaba muy lleno de hoja; y entre las ramas que la tierra de suyo
criaba tenía también algunos árboles puestos por industria, y dividíale como en
dos partes un no pequeño arroyo que hacía el agua que por entre las piedras de
la presa se hurtaba del río, y corría cuasi toda junta.
Pues entrados en él Marcelo y sus compañeros, y metidos en lo
más espeso de él y más guardado de los rayos del sol junto a un álamo alto que
estaba casi en el medio, teniéndole a las espaldas, y delante los ojos la otra
parte del soto, en la sombra y sobre la yerba verde, y cuasi juntando al agua
los pies se sentaron. Adonde diciendo entre sí del sol de aquel día, que aún se
hacía sentir, y de la frescura de aquel lugar que era mucha, y alabando a Sabino
su buen consejo, Sabino dijo así:
-Mucho me huelgo de haber acertado tan bien, y principalmente
por vuestra causa, Marcelo, que por satisfacer a mi deseo tomáis hoy tan grande
trabajo, que, según lo mucho que esta mañana dijistes, temiendo vuestra salud,
no quisiera que ahora dijérades más, si no me asegurara en parte la cualidad y
frescura de aqueste lugar. Aunque quien suele leer en medio de los caniculares
tres lecciones en las escuelas muchos días arreo, bien podría platicar entre
estas ramas la mañana y la tarde de un día, o, por mejor decir, no habrá maldad
que no haga.