Con casi 12 millones de hectáreas destinadas a los cultivos
transgénicos, Argentina ocupa el segundo lugar en el mundo, detrás de Estados
Unidos, en la producción mundial de estos productos de la biotecnología. Su
contribución no es nada desdeñable, por cuanto alcanza un discreto 22% sobre el
total global. Más allá de las polémicas generadas en torno a un tema desde el
vamos controvertido, las exportaciones de soja (por citar el cultivo por
excelencia en la Pampa Húmeda) representan para la Argentina nada menos que
3.500 millones de dólares anuales. Estas son, a todas luces, cifras para tener
en cuenta.
El ardoroso debate instalado alrededor de los transgénicos,
particularmente en Europa, no ha tenido hasta el momento mayor repercusión entre
los consumidores argentinos. La desinformación, la confusión o la indiferencia
han ganado rápido terreno, y en el medio queda un diálogo de posiciones
enfrentadas que sólo encuentra eco entre los conservacionistas, las
organizaciones no-gubernamentales, los productores, los economistas y las
transnacionales.
¿Y el resto dónde está?