Cain nació, qué dicha, en la ducha y fue el único crítico preparado para el cine odorazte que tanto temió Chaplin. Sentada a su lado una de sus muchas muchachas, al paz que miraba Esplendor en la yerba, observó que olía a Heno de Pravia. Era el talco que usaba nuestro crítico. Si digo "nuestro crítico" es por espíritu generoso ya que Caín (cuyo nombre el mismo pronunciaba Cah-hin a veces y no pocas veces Kane, creyéndose un personaje de Weles en "Al is Welles"), era más bien avaro, que él, generoso, escribía siempre avaro, regalándonos un acento en la primera A. Pero Cain no murió en la ducha. Fue Janet Leigh quien hizo aguas letales en Psicosis. Murió de psitacosis, que es la enfermedad favorita de lores y de loros. Recuerdo que me dijo: "Si te digo que tengo la psitacosis y te quedas como si tal cosa". Es verdad, lo confieso, que permanecí inmutable, pero siempre creí que la frase no era su frase final, sino otro salida de tono en el agua después de todo. Una de sus escenas favoritas para producir metáforas era ese momento en que el Titanic comienza a hacer agua a babor (¿o es a estribor?) y el capitán cuenta, poco antes de hundirse con su barco, los botes salvavidas no van a alcanzar. "¡Se soltó la metáfora!", anunció Cain a los náufragos -que no existían más que en su imaginación en la pantalla, la forma común de su imaginación. Nunca fui nada de Cain. Ni siquiera Abel Gance para este Napoléon critico. Pero hay otra versión de su nacimiento dada por Casiodoro de Reina. Dijo Reina: "...y dio a luz a Caín (y) después dio a luz a su hermano Abel". Esta revelación genética no es apta para mayores porque fue el cine el que dio a luz a Caín. Fueron los hermanos Lumiére, Cain y Abel del cinematógrafo, los que dieron luz al cine y al siglo. Pero basta de metáforas literarias y que comiencen las imágenes críticas. Guillermo Cabrera Infante.
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