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Textos fundamentales de  Domingo Faustino Sarmiento  

Textos fundamentales
de Domingo Faustino Sarmiento


ediciones 
Fabril

Edición: 1959
Tomos: 2
ISBN: @
Medidas: 14,7 x 22,5 cm
Estado: Muy Bueno
Género: Literatura - Ensayos
Peso: 700 gramos

 
Comentario del libro Reseña del libro
 
Libro Usado Castellano
Formato libro
impreso
 
786 Pág.
U$S 176.72
C O M P R A R
* Los importes están expresados en dólares estadounidenses.
Política de Devoluciones.
 

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Descripción del libro usado "Textos fundamentales"


Tomo 1:

Autobiografía.
Polemica literaria.
La naturaleza.
La mujer.
La religión.
Tipos, caracteres y usos.

"No creemos descubrir ninguna novedad si advertimos que desde que Rosas la llamó así en su mensaje a la Legislatura en el año 1849: la cuestión Sarmiento, ella existe para la conciencia argentina de cualquier tiempo. Lo prueban el erizado entusiasmo de jabalí con que se busca tornar su estatua del mismo color que la del negro Falucho, y sobre todo esas coronas fúnebres de sus panegiristas liberales, qeu le sientan tan bien a Sarmiento como al pobre de soleminidad uno de esos jaqués de fiesta alquilado en las casas del ramo."
Así describe Luis Franco en la Advertencia con que comienza esta obra de homenaje y reivindicación del Sarmiento esencial, viviente. Aquí se destruyen, de una vez y para siempre, los mitos heréticos, las fábulas maliciosas o almibaradas, todo el torrente de mentiras que ha venido fluyendo desde el mismo instante en que Sarmiento se trabó en mortal pelea con los culpables de nuestro atraso y de nuestro destino incumplido.
Aquí, Sarmiento mismo, con sus propias palabras refuta a los profesionales de la xenofobia y del gauchismo feudal; habla de su áspera y ferviente pasión por los hombres, por las montañas y los ríos y los pájaros de esta tierra; vuelve a asestar mazazos inatajables al enemigo que aún libra batalla por sus posesiones: la religión convertida en arma temporal del privilegio y en factor deformante del pensamiento ("Cuanto más bárbaro, más religioso es un pueblo"); la ignorancia, presa fácil de los demagogos; la postergación de las infinitas posibilidades creadoras del pueblo por obra de la injusta distribución de las riquezas y del desgobierno de las minorías ("Yo estoy hace tiempo divorciado de las oligarquías", "... la gente decente a la cual pertenezco aunque no tengo estancia...", "Las vacas dirigen la política argentina"). Aquí está Sarmiento entero, cuyo destino estaba tan ligado al de su patria, que nació apenas ocho meses después que ella. Aquí está el polemista infatigable, el vindicador de la barbarie y de la injusticia, el educador que aspiraba a desterrar la penumbra de los seminarios para reemplazarla por el nuevo espíritu científico y democrático; y está también la bonhomía y la agudeza del hombre que creía en la risa como en uno de los peores enemigos del atraso ("Los grandes maestros han sido inmortalmente risueños"); está, en fin, el defensor del idioma nuevo de un pueblo nuevo, de su libre y natural expresión americana.
Por las páginas de este primer tomo de Textos fundamentales corre la sustancia principal del pensamiento sarmientino: las bellas y palpitantes imágenes de su autobiografía, las corrosivas de sus inacabables polémicas contra la inercia de los estadistas, de los profesores de idioma, y la enseñanza tonsurada; su sensibilidad de poeta ante la naturaleza, su defensa de la emancipación de la mujer, su nunca agotado interés por los rasgos de la vida popular, po los usos y costumbres que determinan la fisonomía de un país.
Este libro es más que la imagen de Sarmiento. Es Sarmiento mismo.

Tomo 2:

Pueblos.
Biografias.
Educar al soberano.
Acción y civilización.
Sobre demagogía y oligarquía.
Pensamientos.

Quien penetra en esa formidable montaña de apuntes, cartas, polémicas, diarios de viaje, memorias (y algún libro escrito originariamente como tal), que forman los 52 volúmenes de las Obras Completas de Sarmiento, sale con la sensación de haber recorrido un tratado sobre la orografía de nuestro país y de ambas Américas. Su nieto -compilador de la mayor parte de la obra sarmientina - escribió al presidente Roca en 1903 que, "reuniendo todo lo inédito y todo lo publicado que se conoce, en lugar de 52 volúmenes hubieran salido cerca de cien..."
Es que Sarmiento, a lo largo de más de medio siglo de producción, no descansó un solo instante en su febril actividad, y lo desmesurado de su obra sirve ahora para medir de algún modo la potencia de su energía y de su capacidad creadora. Así se torna verdad lo que dijera cierta vez Eduardo Wilde, quien, tras enumerar las obras de Sarmiento, terminó llamándolo irónicamente "creador del cielo y de la tierra". Penetrar en el vasto mundo sarmientino, buscar la veta del noble metal, separar la liga, cerrando a veces los ojos para no vacilar en la inevitable mutilación; esto es, en suma, lo que aquí se ha hecho.
Sarmiento nunca se sentó a escribir un libro, y desde el Facundo, engendrado febrilmente en forma de folletín en más o menos tres meses, urgido por la necesidad de defenderse, hasta Conflicto y Armonías - quizá el único encarado como libro-, lo que va publicando es el resultado de algún combate de palabra y pluma, especie de partes o memorias de sus doce o doscientos trabajos de Hércules americano.
A pesar de la ocasionalidad, lo que llama precisamente la atención en estos trabajos es la rara profundidad y belleza a que remonta en cualquier momento su pensamiento, en medio de una carta o de una apremiante nota periodística. Si los períodos le brotan perfectamente ajustados, se debe, más que a la elaboración de la frase, a ese maravilloso don idiomático que poseyó. "Mucho más le importaban el movimiento creador de las ideas, el calor vivificante de la emoción, que poseyó. "Mucho más le importaban el movimiento creador de las ideas, el calor vivificante de la emoción, que la pureza del léxico, los moldes de la preceptiva o el frío menester del pulido o repulido", ha dicho su último biógrafo. Su visión genesíaca del delta del Paraná; su presentación ondulante de la pampa; sus páginas sobre el Amazonas o las cataratas del Niágara; la ternura alada de sus pajaritos; la honda belleza de sus retratos de Sandes, Baigorria, Gauna, el indio Juan Chipaco; las frases tajantes con que define nuestra historia y sus hombres; la perspicacia de su visión de Europa y Estados Unidos; la filial ternura de Recuerdos de Provincia; todo esto surge ahora del pasado, con una luminosidad nueva, porque es permanente.

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