Esta nueva obra de José Narosky es un homenaje a la mujer, pero al mismo tiempo y tal como es habitual en él, un poético recorrido por la experiencia y los estados del alma del ser humano en general. Dice el autor: No querría que el título indujera a confusión. Muchos de sus capítulos aluden a sentimientos que no son patrimonio exclusivo del sexo femenino, como la dignidad, por ejemplo, una cualidad tan noble que siempre compensa las pérdidas que causa; o la sensibilidad, que muchas veces pesa, pero que permite volar; o el dolor que, cuando es hondo, no necesita aniversarios... Es axiomático que la atracción de la pareja humana - que por centurias la ceguera colectiva juzgó pecaminosa - seguirá posibilitando eternamente la feliz simbiosis hombre-mujer, basada en el único idioma que puede prescindir de las palabras: el amor, que es simultáneamente el mayor acto de fe. Por eso...
"Donde hay amor, no hay pecado".
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