Y otra vez, mis cuentos. Con emoción, asomo mi pie en la arena cálida de certeras realizaciones. He temblado un instante, pero mi capa de luces, atrapó en un giro, noches de estrellas y fulgor de lunas, se chamuscó apenas en alguna luz mala, y se entibió en la multiplicidad de sentimientos que encontré en la calle estrecha de alguna villa, o en el alma contradictoria de personajes ciudadanos. Mi esqueleto indefenso se envolvió en el centelleo de la capa, y protegida por ella, ya no soy yo, son blanca, la Jacinta, El Tuerto, Apolinario, José y tantos otros, los que se echan a rodar, inmunes al lanzazo, desprendidos de mis dedos en el advenimiento inevitable. Que ellos cubran sus papeles con altivez, que desdeñen el tembladeral de la hojarasca inútil, que jueguen con verdad, será la gracia que hagan a la inspiración que los creó.
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