Estas fábulas, como capítulos, cada cual con su perfil propio, con su problema, de una extraña novela con rasgos vehementes de nuestra latitud y nuestro tiempo, y sus proyecciones, configuran para mí un enlace cabal de realidades y símbolos, mezcla de esa acción - sueño reclamada por Baudelaire. Integran un libro que me ha cautivado. Libre por la forma, en un rico y ágil lenguaje de síntesis expresiva, en el esplendor de sus imágenes, atravesando por ráfagas civiles, con ambientes y personajes apenas insinuados y otros invisibles (como en ciertos cuadros sugestivos que nos hacen suponer figuras moviéndose tras la tela), y de palpitante interés humano por su contenido. Su aliento dramático no tiene nada que ver con la deliberada agresividad y aspereza de cierta literatura al uso, de moda "no moderna". Parafraseando a Rimbaud yo diría que se trata de un "vrai poéme", pero, claro, quien lo escribió no pide nada prestado a la poesía; hemos dicho que hay una actitud poética, un sentido poético de la vida y la literatura, característicos de todo creador verdadero. Y aquí asoma ésto, aunque el autor no se lo haya propuesto. ¡Salud! (Raúl González Tuñón).
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