Cuando la inmigración era uno de los ejes de la utopía política argentina, la literatura, en Facundo, por ejemplo, podía registrarla como figura ausente y cargada de valores. Las cosas comienzan a cambiar, según lo demuestra exhaustivamente Gladys Onega, en la década del ochenta: entonces, frente a la masa cosmopolita que poblaba Buenos Aires, Miguel Cané reaccionaba aconsejando a los de su clase cerrar el círculo y velar las armas. El curso de estas transformaciones y su incorporación a la literatura son los que este libro registra, a través de la narrativa y el ensayo positivista (de Cambaceres a Martel y de Ramos Mejía a Bunge), de la reacción nacionalista del Centenario (Rojas, González y Lugones) y de la perspectiva más comprensiva de hombres que, como Sánchez, Payró y Fray Mocho, no sentían la amenaza extranjera de un hipotético legado nacional.
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