Prologo y notas de A. Castro.
El buscón es un monigote guiñolesco de líneas descomunales: es un hombre alto y tan delgado como una avestruz, con una nuez salida, que parecía se iba a buscar comer, forzada por la necesidad; los ojos, tan hundidos que parecían estar "avecinados en el cogote"; las piernas tan flacas, que semejaban "tenedor o compás"; los pies inmensos, hasta el punto de que "cada zapato podía ser tumba de filisteo".
Observaciones: El libro se encuentra en estado Regular, ya que tiene dañado el lomo y sus tapas.
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