Un día dejo de escribir. "Deje de escribir", se dijo, y se interno en una suerte de letargo, unaregión son lucidez, una prisión inventada por si mismo y para el. Había dejado de estar enamorado demasiado pronto. Se sumergía cada vez mas en ese cadalso sin noticias externas, sin ninguna realidad que descifrar. Enfrentaba, sin duda, la imagen mas perpleja se di mismo, la imagen del rufián que pudo haber sido, la del usurero de Shakespeare, la del escritor mercenario. "Ya no escribo", decía. "lo único que hago es dejar de escribir. En las mañanas dejo de escribir, dejo de escribir en las tardes, en las noches". A veces, un párrafo. En estos textos de Daniel Herrendorf se deja oír la resonancia de una tradición de lecturas. De la Biblia y del dante, de Borges, de Tolkien, deYoucenar. Concisa y engañosamente fácil de leer, la prosa de Herrendorf no solo protege a las palabras sino que le presta mucha atención al silencio que las rodea. El resultado es asombroso y sutil: las historias que nos cuenta y las metáforas que propone perduran en la memoria como una insinuación atemporal en medio de una realidad estruendosa.
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