Cuba: economia y poder (1959-1980) es el resultado de un exhaustivo trabajo de investigación y análisis llevado a cabo por Alberto Recarte sobre informaciones estadísticas y documentales de primera mano, procedentes en su inmensa mayoría de fuentes y publicaciones oficiales cubanas. Algunas características generales de la economía de la isla no han cambiado desde 1959, ya que el país continúa siendo monoproductor y monoexportador de asúcar y sus intercambios comeciales siguen concentrados en un solo cliente (antes Estados Unidos y ahora Unión Soviética). Sin embargo, la conquista revolucionaria del poder ha introducido importantes discontinuidades respecto al pasado. Mientras la presidencia de capital extranjero privado -considerable antes de 1959- desapareció con las nacionalizaciones y expropiaciones, la deuda exterior, prácticamente inexistente antes de la revolución, constituye ahora la más importante hipoteca del país. De otro lado, la economía cubana se ha convertido parcialmente en una economía de transferencias, ya que la Unión Soviética, además de ser la principal nación acreedora, subvenciona el mantenimiento de servicios sociales, como la educación y la sanidad, y los gastos de defensa. Si bien la política económica global cambió varias veces de dirección a lo largo de estos veinte años, a partir de 1970 comenzaron a ser aceptadas las indicaciones soviéticas respecto a las aputas de organización de la estructura política, económica y administrativa del país. En 1975 se completó el proceso de institucionalización y se comenzó a aplicar un nuevo sistema de dirección económica, similar al que existía en la URSS en la década de los 50, destinado a aproximar la economía cubana a la de los demás países socialistas. Mientras que, la economía cubana tuvo que hacer frente, durante al década de los 60, a la anarquía y la desorganización, ahora son el burocratismo y la rigidez autoritaria de las economías planificadas según el modelo soviético los principales frenos y obstáculos a su desarrollo.
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