Cuarteles de invierno sintetiza y une, con el tono de una elegía y el ritmo de una película muda, los aciertos y logros de las obras anteriores. En ella reaparecen los viejos e imperecederos temas de la gran novela: el viaje, el honor, la nostalgia por una mujer imposible, la desigual batalla que por una mujer imposible, la desigual batalla que se ha de librar siempre. En su vigor narrativo se afirma con fuerza la posibilidad eterna e innata de la novela que cuenta historias, de la novela que nos ofrece peripecias, acciones y personajes que viven para nuestro goce y provocan y satisfacen nuestra imaginación. De esta estirpe es Cuarteles de invierno, cuya rigurosa estructura combina la sátira política con la comicidad, el suspenso y la tragedia en una amalgama que rehuye por completo la solemnidad y la grandilocuencia. Los dos seres casi fracasados, el boxeador y el cantor de tangos, que se encuentran en la estación de Colonia Vela -el pueblo de la provincia de Buenos Aires donde sucedían también los acontecimientos de No habrá más penas ni olvido- y que han sido elegidos por los militares para animar la gran fiesta que el nuevo orden ofrece al pueblo, librarán, quizás a pesar suyo, un combate desesperado por los últimos vestigios de dignidad y nobleza. Esta novela aparece simultáneamente en castellano y francés, luego de haber sido publicada en italiano y polaco.
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