A veces los argentinos tenemos buena suerte. Una de las mejores es que nos haya nacido aquí Macedonio Fernández (1874-1952) uno de los personajes literarios más originales, más positivamente extraños de la historia cultural.
Como escritor auténtico, Macedonio se despreocupó bastante de su literatura. En realidad, fueron sus amigos los que lo empujaron a su primera publicación (No todo es vigilia la de los ojos abiertos, 1928).
Si -como tal vez pudo ser- Macedonio no hubiera publicado cuya calidad sería señalada por la mera mención de la calidad de sus amigos, desde Scalabrini Ortiz y Marechal hasta Borges.
Precisamente Borges es uno de los que más admiraron a Macedonio Fernández. Es un dato que vale la pena tener en cuenta si se recuerda que Borges es un poco dado a la admiración.
Una de las tantas pruebas de que la afirmación de Borges es cierta la constituyen estos inéditos Cuadernos de Todo y Nada, que permiten al lector la aventura audaz de introducirse en el pensamiento más íntimo -casi se podría decir en su propia casa- de ese argentino genial que es Macedonio Fernández.
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