Croquis y Siluetas militares es un libro singular dentro de la obra de Eduardo Gutiérrez. En él relata lo que vivió. Sus personajes los ha conocido. Son, no sólo los jefes -Hilario Lagos, Luis María Campos o Manuel Rosseti-, sino también los anónimos, los soldados que estaban a sus órdenes: todos corajudos, chacotones, sentimentales, desafiadores de fríos, hambres, miseria, sed y zozobras; vencedores de peligros, capaces de entrar en la muerte sonriendo o haciendo chistes. En este libro aparece una faz de Gutierrez que ha quedado escondida en sus notas de diario: el humorismo. Era indispensable tomar un poco a la jarana aquella vida de penurias a fin de seguir soportándola. Gutiérrez abandona así su pluma de folletinero y retoma la del periodista chacotón para hablar de lo mucho que en los fortines se padecía. Y "jugarles risa" al peligro y al dolor tal vez era más valiente, más de hombre que tomarlos en serio. En el culto al coraje - presente en este libro y en otros muchos de Gutiérrez - radica buena parte de su éxito. La época era de tumulto, y el coraje, pues, imprescindible, y un autor que lo ponía ante los ojos de sus lectores a cada vuelta de página por fuerza debía hallar entusiastas entre ellos. Tan exitoso fue Eduardo Gutiérrez en su momento que se ganó la vida con la pluma.
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