Para escribir un libro sobre Concepción Arenal -esa gran desconocida dentro y fuera de España, según Gómez Bustillo- no es necesario pretextar aniversarios. Bastan los relieves de su propia vida, que a partir de 1850 -cuando ha cumplido ya los 30 años de edad- se proyectan en las diversas esferas nacionales e internacionales donde las injusticias humanas dejan su terrible secuela de sombras y sufrimientos. Pensar en una provinciana de hace un siglo convertida en secretaria general de la Cruz Roja española no deja de asombrar -y admirar- al lector. Si se observa de cerca su accidentada vida dedicada a la defensa de los derechos ajenos y se observa cómo afronta la desigualdad social de la mujer, la defensa del trabajador, del desamparado del enfermo y del preso, la educación de los ciudadanos de un país empobrecido por guerras internas y externas, desorientado, sin esperanzas, en el apogeo de la discriminación de los sexos, clases y edades, si toda o parte de esa extraordinaria, labor se examina con objetividad, el asombro se apodera del observador.
En esta minibiografía -como la califica el autor- se ensaya, breve y sencillamente, la resurrección de esa vida y la interpretación de su obra.
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