La figura de Carlomagno aparece en la historia de la Edad Media como una gigantesca antorcha que "ilumina al mundo como el sol con sus rayos". Su inmensa piedad, el hermoso conjunto de cualidades morales que poseía, su prudencia, su generosidad, su afán por extender al suelo pagano la civilización y la religión cristiana justifican plenamente el título de "Rey por la gracia de Dios", que fue el primero de los reyes francos en ostentar. Su actividad alcanzó a todos los dominios de la vida pública. Dotó a su reino de una legislación y supo rodearse de los hombres más sabios y eminentes de su época. Sus numerosas y afortunadas campañas guerreras lograron extender el reino franco hasta llegar a convertirlo en un gran imperio.
Las generaciones posteriores y sus mismos contemporáneos vieron en él una figura prodigiosa, y de esta admiración nacieron de gesta que influyeron notablemente en el desarrollo artístico y literario de Francia y de Europa.
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