Rafael y Miquela son esas dos barcas, siempre cercanas, buscándose tal vez, pero sin llegar a encontrarse. Una proa mira mar adentro, y la otra, a las huertas y los arrozales. Ambas están armadas con redes diferentes y, por tanto, preparadas para distintas labores.Dos personas entradas en la madurez que vivieron su amor de juventud, y que, recién alcanzada la jubilación, sienten el deseo de reencontrarse.Dos vidas que han caminado paralelas, sin tocarse, pero que finalmente confluyen en un juego de sentimientos donde emerge el amor y la culpa.