"¡Oh, por una hora de aquel Dundee,
que en aquel día dio la orden de avanzar!"
Démosle la cara y confesemos: regresar a Gran
Bretaña es siempre un poco de ordalía. No debía serlo, pero
lo es. Y, además, no es necesario ser un snob para sentir eso. No es
simplemente la comida, las botellitas de salsa inglesa en las mesas de los
cafés, y los chips con todo cuanto uno come. No es solamente el tener que
decirle adiós al vino y adiós al sol. Al fin y a la postre hay
cosas que son muchísimo más importantes que ésas. Y al
regresar del continente europeo ahora, sentimos profundamente todas esas cosas.
Una cierta cualidad civilizada en la vida cotidiana; un cierto humor; una
atmósfera de tolerancia, decencia y solaz. Una solidez y hasta un calor.
Hemos llegado de vuelta a casa. Pero el precio que tenemos que pagar es
elevado.