LA PURA VERDAD
Todo parece indicar que el mercurio en las luces y los tantos lustros de
nubosos retoños se amalgamaron para dar cuenta de mí.
Si hubiese amanecido antes, muy raudo habría sido mi sino en
descubrir el más preciado naife; de todos modos y pese a la calina del camino,
es veraz mi osadía preferida de jurar amor eterno, yo que nunca juro...
Naturalmente me extraviaré en un oral barzón de naderías
imaginándola, mistificando su cadencia al flirtear a cada paso como un descuido,
facilitando que el nacáreo brillo de sus ojos coloque con decoro un dulce
rosmarino sobre mi jocundo corazón.
En el limen de la vida pretendo redimir lo que tan dentro de mi
sangre borbotea hasta el deliquio; habrá que hallar la manera, acorde a mi
humilde facundia, de no tiznar su sentir.
Tantas veces en la beodez del amor descubrí en nefelismos alguna
figura baladí mientras divagaba con la calipedia de un auspicioso anhelar; pero
con donaire procuraré conjurar por el mismo cariño que desde mi alma de romanza,
a ultranza juro por querer, y justamente yo que nunca juro.
Así es que entre manos expongo mi voluntad, en mi rauca dicción
matinal o sino, hacinada en sienas esquelas por cualquier futuro de seglar
plasmado.