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¿Acaso te he pedido, Hacedor, que de esta arcilla me hicieses hombre? ¿Yo te he rogado que me alzases de las sombras?

Paraíso Perdido

 

 

PREFACIO

 

El doctor Darwin y algunos autores alemanes de libros de fisiología han considerado que los hechos en que se basa esta historia no son imposibles. No debe suponerse que atribuyo la más mínima seriedad a este producto de la imaginación; aunque, tomándolo como base de un trabajo fantástico, no creo haberme limitado a entretejer una historia de terror sobrenatural. Los hechos de los cuales depende el interés de esta historia están a salvo de los, inconvenientes propios de los cuentos de espectros o de aparecidos. Excitó mi interés la novedad de las situaciones que desarrolla; y por inverosímil que pueda parecer desde el punto de vista físico, ofrece a la imaginación un punto de vista que permite delinear las pasiones humanas de manera más comprensiva y convincente que utilizando las relaciones corrientes de los hechos reales.

He intentado, por lo tanto, preservar la verdad de los principios básicos de la naturaleza humana, aunque no vacilé en ofrecer combinaciones nuevas. La Ilíada, el poema trágico griego Shakespeare, en La Tempestad y Sueño de una noche de verano, y particularmente Milton, en El paraíso perdido, se ajustan a esta regla; y hasta el novelista más modesto, que procura entretenerse o entretener con sus trabajos, puede, sin incurrir por ello en pecado de presunción, permitirse cierta licencia en novelística, o más bien aplicar una regla gracias a la cual tantas exquisitas combinaciones de los sentimientos humanos se resolvieron en las más elevadas expresiones poéticas.

Las circunstancias en que se basa esta historia surgieron de una conversación casual. La comencé en parte como entretenimiento y en parte como medio de ejercitar las posibilidades ignoradas de la mente. A medida que el trabajo avanzaba, se perfilaron otros motivos. No soy indiferente al efecto que puedan tener sobre el lector las tendencias morales que se manifiestan en los sentimientos y los personajes le esta historia; sin embargo, mi principal preocupación en este sentido ha sido simplemente evitar los efectos enervantes de las novelas contemporáneas, y demostrar la bondad de los sentimientos domésticos y la excelencia de la virtud universa 1. De ningún modo debe creerse que apruebo las opiniones que se desprenden naturalmente del carácter y la situación del héroe; las páginas siguientes no autorizan, en realidad, a extraer inferencias ni a prejuzgar ningún tipo de doctrina filosófica.

Para la autora es interesante también el hecho de que esta historia fue comenzada en la majestuosa región donde se desarrolla la obra, mientras se hallaba acompañada de personas a las que recuerda con añoranza. Pasé el verano de 1816 en los alrededores de Ginebra. La estación era fría y lluviosa, y en los atardeceres nos reuníamos alrededor de un chisporroteante fuego de leños y ocasionalmente nos entreteníamos contando cuentos fantásticos alemanes, que habían caído en nuestras manos. Estos cuentos excitaban en nosotros un travieso deseo de imitación. Otros dos amigos (un cuento de la pluma de ellos sería para el público algo mucho más aceptable que cualquier cosa que yo pudiera ofrecer) y yo convinimos escribir individualmente historias fundadas en hechos sobrenaturales.

El tiempo, sin embargo, se serenó súbitamente; mis dos amigos me abandonaron para hacer un viaje a los Alpes, y perdieron, en la magnificencia de las escenas que presenciaban, todo recuerdo de sus fantasmagóricas visiones. La siguiente historia es la única que fue terminada.

 

Marlow, septiembre de 1817.

 

 

 
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