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LEAR.-Más te valiera no haber nacido, que el haberte hecho digna de mi desagrado.

EL REY DE FRANCIA.-¿Y ése es el único reproche? Un carácter avaro en abras, pero que sin hablar, obra. Duque de Borgoña ¿qué contestáis a la princesa? Deja el amor de ser amor, en cuanto intervienen consideraciones extrañas; su verdadero objeto no se cifra en intereses frívolos. Hablad, ¿deseáis tomarla por esposa? Su dote es ella misma.

EL DUQUE DE BORGOÑA.-Augusto Lear: con que sólo me deis la parte que antes ofrecisteis, acepto en el acto la mano de Cordelia, proclamándola duquesa de Borgoña.

LEAR.-Nada; lo he jurado; soy inflexible.

EL DUQUE DE BORGOÑA.-Deploro que a la vez que perdisteis el corazón de un padre, perdáis también un esposo.

CORDELIA.-Sea la paz con el duque de Borgoña. Ya que las consideraciones de fortuna constituyen todo su amor, no seré yo su esposa.

EL REY DE FRANCIA.-Hermosa Cordelia, vuestra falta de fortuna os hace más rica a mis ojos. Cuanto más os abandonen, más preciosa sois; cuanto más os desdeñen, más digna sois de amor. Tomo vuestra persona y vuestras virtudes; séame permitido adquirir el tesoro que los demás desprecian. ¡Oh dioses! por un contraste extraño, su frialdad y sus desdenes encienden más mi amor, exaltándolo hasta la idolatría. ¡Oh rey! tu hija sin dote y abandonada, como al azar, a mi elección, es mi reina, la reina de mis vasallos y de nuestra hermosa Francia. Todos los duques de la húmeda Borgoña no lograrían rescatar de mí esa joven rara e inapreciable. Cordelia, despedios de ellos; aun cuando os maltrataron, en otra región hallaréis algo más de lo que perdéis aquí.

LEAR.-Tuya es, rey de Francia; tómala entera. Por mi parte, no tengo hija de tal especie, ni mis ojos volverán a posarse en su rostro. Así, pues, sal de nuestra corte, sin nuestra gracia, sin nuestro cariño y sin nuestra bendición. Venid, noble duque de Borgoña. (Marcha militar, Salen Lear y el duque de Borgoña.)

EL REY DE FRANCIA.-Despedios de vuestras hermanas.

CORDELIA.-Con lágrimas en los ojos se despide Cordelia de vosotras, favoritas de mi padre. Os conozco perfectamente y sé lo que sois; mas yo, vuestra hermana, siento invencible repugnancia en designar vuestros defectos con sus verdaderos nombres. Amad mucho a vuestro padre; recomiendo su ancianidad a vuestro pecho tan fecundo en protestas. Pero ¡ah! si aún gozase yo de su afecto, quisiera darle un asilo mejor. ¡Adiós!

REGAN.-No vengáis a prescribirnos nuestro deber.

GONERIL.-Procurad más bien complacer a vuestro esposo que, cediendo a la piedad, se digna tomaros sin fortuna y salvaros de la mendicidad. Habéis faltado a la obediencia, y merecéis que vuestro esposo os pague con la indiferencia que mostrasteis hacia vuestro padre.

CORDELIA.-El tiempo desenvolverá los repliegues donde la astucia se esconde y oculta. Las faltas que al principio vela, al fin las descubre, exponiéndolas a la vergüenza.

EL REY DE FRANCIA.-Venid, mi bella Cordelia. (Salen el rey de Francia y Cordelia.)

GONERIL.-Hemos de hablar, sobre un punto que a las dos concierne. Creo que nuestro padre ha de partir esta noche.

REGAN.-Es verdad; va a vivir con vosotros; el mes próximo será nuestro turno.

GONERIL.-Ya veis a cuántos caprichos se halla sujeta su vejez; de ello acaba de dar evidente prueba. Nuestra hermana menor era su predilecta, y de repente la destierra de su corazón y de su lado. Visible es la imbecilidad de su juicio.

REGAN.-Debilidades de la edad. Sin embargo, nunca se ha conocido bastante a sí propio.

GONERIL.-Los más floridos años de su existencia fueron siempre inconsecuencias y rarezas. Hemos de temer que a los inveterados defectos de su natural carácter, la edad añada los arrebatos del humor enojoso que entraña en sí la achacosa y colérica vejez.

REGAN.-No dudo que habremos de aguantar algún arranque idéntico al que le indujo a desterrar a Kent.

GONERIL.-Aún hay que llenar ceremonias, y formalidades entre el rey de Francia y él. Si nuestro padre, con el carácter que le conocemos, quiere retener la autoridad, la donación que acaba de hacernos será para nosotras manantial de afrentas.

REGAN.-Pensaremos en ello maduramente.

GONERIL.-Hay que tomar algunas medidas y aprovechar estos primeros momentos de ardor. (Salen.)

 
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