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Bahía Solano
Esta historia comienza en Bahía Solano, una bahía ubicada en la zona del Chocó en Colombia. El Océano Pacifico bañando esta región, enmarcada por una selva llena de vegetación y de diferentes clases de aves que formaban tan hermoso paisaje. No encuentro palabras exactas para describir tanta belleza. Sus mañanas eran acariciadas por un sol tibio, se desataban caprichosas lluvias sin previo aviso a cualquier hora del día, más sin embargo era tan precioso el panorama que a pesar del calor, de la humedad y de las lluvias, uno se embelezaba y todo invitaba a meditar, al descanso, a encontrar paz en un paraíso que cuanto ofrecía era color, aromas y tranquilidad.
Comencemos hablando de ese hombre maravilloso que llegó cargado de ilusiones y acompañado por su familia a aquel recóndito lugar. Mi padre, Jaime Betancourt, era alto, delgado y soñador. Tanto podríamos escribir acerca de él que no nos alcanzaría el papel. Sus metas y ambiciones eran inmensas; su capacidad, envidiable; sus proyectos, increíbles. Tan increíble como fue la manera en que mi padre llegó a Bahía Solano.
Cierto día anunciaron una excursión a la bahía y papi se entusiasmó muchísimo. El era amante del mar, se sentía algo agobiado y cansado con los problemas cotidianos y esto lo ilusionó, por lo tanto se decidió a hacer aquella excursión de solo tres días en la cual descansaría un poco y vería algo diferente. Así y sin pensarlo más emprendió aquel viaje que, sin él saberlo, sería el comienzo de un cambio radical en su vida y el motivo principal de esta historia.
Fue un viaje tranquilo y corto. Al llegar allí se encontró con aquella bahía que lo sedujo, una bahía casi virgen en su natural belleza y pocos pobladores, una bahía pobre y sencilla, pero llena de esa salvaje esencia de paz y rodeada de tan embrujador entorno. Papi pensaba quedarse allí solo por tres días, mas el tiempo fue pasando y los días se fueron sucediendo y en ese lapso de tiempo, él se fue enredando en negociaciones, planes e ideas que lo fueron absorbiendo hasta completar un mes. Así fue como nació la idea de aquel viaje en el cual nos vimos todos involucrados.
Mi padre se comunicó con Jaime mi hermano que para aquel entonces trabajaba con él en una gasolinera de la cual era el dueño y le pidió que le enviaran cierta cantidad de dinero de inmediato, porque estaba tratando de negociar unos terrenos y que cuando regresara a Medellín nos contaría todo lo acontecido.
Después de haber ubicado lo que quería, de muchos planes y proyectos, mi padre viajó de regreso a la ciudad de Medellín donde lo esperábamos con ansias. Todos lo rodeamos y empezó a contarnos con detalles su estadía en aquel lugar que sería nuestro refugio por algunos años. Lo describía todo de una manera locuaz y entusiasta. Contagiándonos su entusiasmo nos dijo que nos preparáramos porque nos iríamos a vivir a aquella Bahía.
De inmediato se puso nuestra casa para la venta. Era una preciosa casa ubicada en un barrio muy bello en la ciudad de Medellín. Fue construida especialmente para mi madre con sus jardines interiores, salón de música, tenía unas escaleras anchas en forma de caracol y varias habitaciones. Mi madre ya estaba acostumbrada a seguir sus pasos en su gitanesco peregrinar. Así fue que nuestra casa entró en venta y también la gasolinera que quedaba ubicada en el barrio del Estadio. En pocos días, todo estaba vendido, lo cual no era extraño ya que mi padre llevaba el negocio en su sangre.
Nos dedicamos a la tarea de empacar nuestras pertenencias y a esperar el momento en el cual viajaríamos. Ninguno de nosotros protestaba, porque a todos, muy en nuestro interior, nos encantaban aquellos cambios y aquel continuo ir y venir de nuestras vidas, sentíamos ansiedad y anhelábamos estar pronto en Bahía Solano.
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