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La navegación por el río Paraguay puede hacerse de muy diversas formas. Los barcos mis cómodos son los que están provistos de quilla y llevan una carga de veinte a doscientas toneladas. Las embarcaciones más pequeñas, de veinte a cincuenta toneladas, pueden surcar la corriente en cualquier estación del año, en cambio las de mayor calado, cuando el nivel de las aguas es bajo, a menudo encallan en zonas poco profundas o donde se han formado bancos de arena y para zafarse de la varadura deben descargar más de la mitad de su carga. Los tripulantes paraguayos realizan esta tarea con prontitud y buen talante y por lo general no prueban bocado antes de haber liberado la nave. Tan pronto advierten que han encallado recogen todas las velas, se desvisten y se arrojan al agua para tratar de liberar a la embarcación del banco de arena, empujándolo con sus hombros y, con frecuencia lo logran. En caso contrario, echan de dos a tres anclas en las aguas navegables y aseguran la embarcación para que no se encaje más en la, arena, impulsada por el viento o las olas. A continuación, una vez llevada a tierra parte de la carga, jalan la embarcación con gran esfuerzo y, a veces con riesgo de sus vidas (cuando hay tormenta), tirando de los cabos de roa para llevarla paraguas y, riego cargan de nuevo. A menudo, el trabajo demanda todo el día y, se prolonga a veces hasta la noche.

El barquero permanece entretanto indiferente, pero concluido el trabajo del día saborea con deleite su mate y algunos kilos de asado de carne vacuna.

Cuando el nivel de las aguas es alto y, se cuenta con un buen baqueario, el viaje transcurre sin tropiezos. Aguas abajo, cuando las embarcaciones no sólo llevan carga en sus bodegas, sino también en su cubierta y se tienden techos de cañas y, cueros crudos en todo el largo del barco para proteger la mercadería, se suele hacer un alto en la noche, particularmente cuando reina una gran oscuridad. Se amarra entonces el barco a un árbol de la orilla. Por el contrario, si no está muy cargada y el viento es favorable se navega en forma ininterrumpida. Si no sopla viento, se navega a la deriva dejando que la corriente impulse la embarcación y de vez en cuando se rema para dar mayor impulso al timón, pero al remontar la, corriente sólo se puede navegar con viento sud, sudeste y sudoeste. Si no soplan estos vientos, se echan anclas, se amarra la embarcación a la orilla o se hace halar por los tripulantes desde la costa en Paraguay. Esta operación recibe el nombre de silgar. Es harto penosa y en todo un día de labor no se consigue adelantar la embarcación en una hora. Sin embargo, debido a las sinuosidades del río, a menudo es necesario aun con buen viento, como por ejemplo, cuando se debe bordear una lengua de tierra orientada hacia el sud, o sea donde el viento hasta entonces favorable, sopla en contra.

En general, el viaje a bordo de un barco de gran calado es más cómodo porque ofrece al pasajero un camarote para dormir, abundancia de víveres y cierto espacio para moverse. Las embarcaciones menores como las chalanas (de fondo plano y uno o dos palos), los botes y las piraguas que de ordinario carecen de cubierta, son muy incómodos porque en ellas se está expuesto a todas las inclemencias del tiempo, es necesario desembarcar cada vez que se deben preparar las comidas, se sufre el ataque de los mosquitos y tanto cuando el viento es muy intenso, como cuando es favorable no se logra avanzar. En cambio, ofrecen la ventaja que con viento débil o sin él se pueden impulsar con la ayuda de remos y a una gran velocidad por cierto cuando se navega con corriente a favor. Además, se puede girar con facilidad en cualquier parte, lo mismo que desembarcar y si amenaza tiempo tormentoso internarse por uno de los pequeños afluentes y continuar el viaje con tranquilidad o bien esperar que pase el temporal al abrigo de los árboles.

 
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de Johann Rudolf Rengger

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