Prólogo a la edición de
1992
Ha transcurrido una década desde la aparición de este libro y
ni el mundo ni el país son ya los mismos. Asistimos perplejos a una
precipitación de acontecimientos insólitos que obligan a revisar, a trastocar,
todas las categorías políticas. Muchas de las críticas que hoy se formulan
estaban ya en este libro, cuando era difícil hacerlas porque la decadencia y los
cambios no eran todavía evidentes. Por ser actual antes de tiempo no fue
necesario que modificara el texto original, con excepción de algunas
correcciones y agregados. No puedo, en cambio, dejar de señalar las peculiares
diferencias entre las circunstancias políticas locales en que fueron publicadas
la primera edición y la actual. En 1983 se vivía el temor del retorno del
peronismo con sus aspectos más perversos. Hoy cierto llamado peronismo está en
el poder, pero cambió tanto que casi se ha transformado en su contrario, y es
difícil reconocerlo en el viejo modelo.
La transmutación del peronismo comporta también la de la
sociedad a la que representaba. La concepción movimientista que considera a las
mayorías como esencias eternas e inmutables -identificadas para siempre con el
peronismo- y además poseedoras por definición de la verdad, se ha quebrado. Las
mayorías se han mostrado tornadizas y fluctuantes, y con sus cambios y
arrepentimientos señalan, aunque todavía no conscientemente, que admiten
equivocarse, que se rectifican y buscan alternativas. El delirio de unanimidad
-uno de los temas de este libro- que constituye la base emocional de los
totalitarismos -si bien no es imposible que pueda volver a estallar- por ahora
parece más bien disgregarse en una multiplicidad de reivindicaciones
particulares.
La disolución del movimientismo, de la concepción organicista
de la sociedad, coincide en nuestro país con la crisis de los partidos
mayoritarios -peronismo y radicalismo-, claros exponentes de estas tendencias.
El menemismo pareciera que viene a ocupar este espacio vacío, aunque sea
transitoriamente.