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     ¿Qué es el hombre en su ser, en lo que tiene de igual, ya esté sentado en un trono, ya se guarezca bajo las hojas de los árboles? ¿Por qué no nos lo dicen los sabios? ¿Por qué los espíritus esforzados no comprenden qué es su especie? ¿No conoce el campesino los bueyes que utiliza? ¿No se informa el pastor de la naturaleza de sus ovejas?

     Y vosotros los que utilizáis, y decís al hombre que lo guardáis y conducís, ¿os tomáis el trabajo del campesino por sus bueyes? ¿Tenéis asimismo las preocupaciones que tiene el pastor por sus ovejas? Vuestra sabiduría, ¿es el conocimiento de vuestra especie, y vuestra bondad la bondad del pastor ilustrado del pueblo?

     Conocer lo que el hombre es, lo que necesita, lo que te eleva y le deprime, lo que le fortifica y le debilita, es una necesidad, tanto para los pastores de los pueblos como para el habitante de la más humilde cabaña.

     En todas partes siente el género humano esta necesidad. En todas partes trata de elevarse con esfuerzos, trabajos y afanes. Por ello se marchitan, descontentas, sus generaciones, y el día último de sus varios períodos, exclama la humanidad que no ha alcanzado el término de su carrera. No es su terminación como el sazonamiento de los frutos en su tiempo, que, después de cumplida su misión, caen en el reposo del invierno.

     ¿Por qué investiga el hombre la verdad sin orden y sin fin último? ¿Por qué no investiga las necesidades de su naturaleza para construir sobre ellas el goce y la ventura de su vida? ¿Por qué no busca la verdad, que es el sosiego y el placer de la vida, la verdad, que le satisface en lo más íntimo, que desarrolla sus fuerzas, distrae sus días y hace felices sus años?

     El hombre, impulsado por sus necesidades, encuentra el camino de esta verdad en lo más íntimo de su naturaleza.

     El niño pequeñito, satisfecho, aprende en este camino lo que para él es su madre, quien crea en el amor -la esencia de la gratitud- antes de que pueda oír la voz del deber y del agradecimiento. En este mismo camino de la Naturaleza -en los deberes filiales- encuentra la ventura de su existencia el hijo que come el pan de su padre y se cobija en su hogar.

     Hombre, si investigaras la verdad siguiendo este orden de la naturaleza, encontrarías cómo habías de servirte de ella para tus miras y para tu carrera.

     Así como la verdad es para ti, hombre, la necesidad de tu sosiego y de tu paz; así como es para ti la más segura estrella que te guía en tus quehaceres más inmediatos; así como es el sostén en que descansa tu vida, del mismo modo es tu felicidad.

     No puedes emplear en este camino cualquiera verdad.

 
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de J. E. Pestalozzi

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