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Prólogo
Lejos de haber elegido la astrología como profesión y un tanto más cerca de una granja para adictos recuperados, presento mi historia. Para muchos tal vez sea una historia más; para mí, la historia de mi vida. Tengo la certeza que si nos pasan cosas es porque estamos vivos, y si estamos vivos, ¿cómo no contarlo? Por eso escribo estas líneas, para ir un poco más lejos. Porque todos aquellos relatos a los que alguna vez quise darles vida, como una suerte de catarsis, hoy se convirtieron en la novela de mi vida. Y no, no quiero que muera en el cuaderno o en aquel viejo cajón, quiero compartirlo con quien desee leerme.
También me encuentro lejos de evangelizar o de dar un mensaje sobre las adicciones, pero cerca de una única convicción, la misma que me trajo hoy hasta acá y me dio las herramientas necesarias para animarme a soñar con la publicación del libro. “Todas las penas pueden ser soportadas, si logro transformarlas en un relato”, me repetía una y otra vez, mientras me aferraba fuerte a mi cuaderno. Hoy puedo decir que ya no hay penas, solo quedan relatos; y es precisamente ése el motivo por el cual me animo a compartirlos.
Mi nombre es Andrea y después de veinticinco años, varios ensayos, algunos golpes, amores y desamores, pero sobre todo después de haber hecho las paces conmigo misma, finalmente decidí ordenarme y contar mi historia.
Porque como buena pisciana altruista que soy, estoy convencida de que los sueños hay que cumplirlos y como buena adicta, puedo perseguirlos hasta el cansancio, incluso cuando alcanzarlos, implique morir un poco en el intento.
Buenos Aires, diciembre 2016
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