QUINTA PARTE
I
La princesa Scherbazky consideraba imposible celebrar la boda
antes de Cuaresma, para la que sólo faltaban cinco semanas, dado que la mitad
del ajuar de la novia no podía estar preparado antes de aquel término. Mas no
podía dejar de estar de acuerdo con Levin en que aplazar la boda hasta fines de
Cuaresma era esperar demasiado, ya que la anciana tía del príncipe Scherbazky
estaba gravemente enferma y podía fallecer de un momento a otro, en cuyo caso el
luto aplazaría la boda aún más tiempo.
Por esto, después de decidir que el ajuar se dividiría en dos
partes, una mayor que se prepararía con más calma y otra menor que estaría
dispuesta en seguida, la Princesa accedió a celebrar las bodas antes de la
Cuaresma, aunque no sin molestarse repetidas veces con Levin por no contestar
nunca con seriedad a sus preguntas ni decirle si estaba de acuerdo o no con lo
que se hacía.
La decisión era tanto más cómoda cuanto que, después de
casados, los novios se irían a su propiedad, donde para nada necesitarían la
mayoría de las cosas correspondientes a la parte mayor del ajuar.
Levin continuaba en aquel estado de trastorno en el que le
parecía que él y su felicidad constituían el único y principal fin de todo lo
existente y que no debía pensar ni preocuparse de nada, ya que los demás lo
harían todo por él.
No tenía ni siquiera formado un plan para su vida futura,
dejando la decisión a los otros, convencido de que todo marcharía a la
perfección.