II
Llegamos a España, y luego de pasar una noche en la casa de una
amiga de Madrid, tomamos el vuelo a Riyadh con escala en Túnez.
El viaje fue largo y, a pesar de la atención que debía
prestarle a Ainoa que lloraba todo el tiempo, se fueron revelando las primeras
curiosidades. Primero, en toda la tripulación y pasajeros no podía percibirse a
ninguna mujer; todos eran varones, incluso el personal de vuelo. Luego, era muy
particular ¡cómo miraban esos hombres! .
De todos modos, no pude prestar demasiada atención a esos
detalles. La expectativa de mis hijas por ver a su padre las mantenía inquietas,
y yo trataba de contenerlas a ambas. En verdad, ésa era también mi ansiedad.
Quería abrazar a Carlos, habitar mi casa, hacer la cotidiana vida de cualquier
familia, compartir proyectos para el futuro.
Finalmente, llegamos a nuestro destino: Riyadh.
Entrar al aeropuerto trajo la primera extraña visión de hombres
vestidos con túnicas y mujeres a las que sólo se veía juntas en grupo o en
familia, mujeres cuyos rostros apenas se insinuaban en su contorno debajo de
tupidos velos negros, mujeres enteramente cubiertas de tal modo que si
permanecían de pie e inmóviles no se podía distinguir cuáles eran sus frentes y
cuáles sus espaldas. Sin embargo, estas mujeres se movían con naturalidad y no
mostraban ninguna dificultad en manejarse en esas condiciones.
También se veían hombres distintos, que parecían provenir de
otras regiones árabes. Ellos transportaban diversos equipajes y bultos. Parecían
sucios y llevaban en sus bocas unos pequeños palitos de madera que no dejaban de
masticar con sus dientes manchados. Era muy atractiva la diversidad, las
diferencias, y tan magnéticas como intimidatorias las miradas: ojos terribles y
bellos, grandes y oscuros, rasgados y profundos, de largas pestañas negras. La
intensidad de esas miradas atraían y asustaban, parecían desnudar. Me sentía muy
distinta a ellos, pero también podía percibir que les resultaba convocante a su
atención. Contrastaba con las pocas mujeres occidentales que se veían
acompañadas de sus esposos y que aparecían vestidas con largas túnicas.