?¿Le han hablado a usted de ella? ?pregunté.
?Sí, ayer precisamente, en el baile de la Embajada de
Austria.
?Y, ¿quién le dio a usted esos informes?
?Un oficial de la guarnición de Budapest que hizo amistad con
su hermano Marcos, durante la estancia de éste en la capital húngara, y de quien
me ha hecho los mayores elogios. Su éxito fue muy lisonjero y la acogida que
recibió en Budapest volvió a encontrarla en Raab, lo cual nada debe tener de
sorprendente para usted, mi querido Vidal.
?Y ese oficial, ¿no ha sido menos caluroso en los elogios a la
familia Roderich? ?pregunté.
?En efecto. El doctor es un sabio en toda la extensión de la
palabra; su renombre es grande en el reino austrohúngaro. Ha sido objeto de toda
clase de distinciones, y en resumen, es una buena boda la que va a hacer su
hermano, pues según tengo entendido, la señorita Myra Roderich es una muchacha
lindísima.
?No le sorprenderá, mi querido amigo, que le diga que mi
hermano Marcos la encuentra así, y que me parece muy enamorado de ella.
?Mejor que mejor, y ya me hará usted el obsequio de transmitir
mis felicitaciones y mis fervientes votos a su hermano, cuya dicha tendrá el
supremo don de despertar muchos celos... Pero ?vaciló de pronto mi interlocutor?
no sé si cometeré una indiscreción... diciéndole...
?¡Una indiscreción! ?repetí.