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Porque cuando algo te molesta, te da miedo o te acosa, podés correr mil kilómetros tratando de escapar, sin embargo, no lo lograrás. Es mucho más recomendable frenar, dar la vuelta y enfrentarlo. Por supuesto que esa actitud requiere coraje. Mucho coraje. Y a veces cuesta juntarlo y tomar la decisión. Pero una vez que lo enfrentas deja de perseguirte. Soy una persona que tiene dificultades para dejar ir. No pude entender aún la importancia del desapego, estoy trabajando en eso. Día a día. De a poco avanzo. Y sé que puedo lograrlo. Estas líneas tratan de contar la versión de mí misma que tal vez ustedes no conozcan. Además de ser su madre soy una mujer. Una persona con una historia. Y una carga emocional tremenda que necesito soltar. La única forma que se me ocurre es ir relatando el proceso para poder dejar ir. Ojalá les sirva en algún momento para resolver alguna situación en su vida y si no simplemente para entender que puedo equivocarme, pero que todo lo que hice fue con todo mi amor. Ese amor incondicional que descubrí con ustedes. Trato de evolucionar para ser la mejor versión de mí misma. Y en estos años descubrí que para ir creciendo y madurando es fundamental tomar un problema a la vez. Ir avanzando prolijo y despacio con claridad sobre qué es lo que te interesa resolver. Enfocarse en eso hasta lograrlo. Y no apresurarse. Este es un punto clave que me costó muchísimo aceptar. Entender que lleva tiempo avanzar, que es un camino que avanza y retrocede, otras veces se estanca, pero siempre está ahí a la espera de que lo recorramos. Lo único que me atrevo a pedirles en esta primera instancia es que sean tolerantes. Que no juzguen anticipadamente y que abran sus cabezas y su corazón. Cada persona que existe en este mundo tiene una historia por detrás que viene cargando hace años, que lo motiva a actuar de una manera determinada. No sabemos qué experiencias ha pasado cada uno, por eso no es justo juzgar a alguien sin conocerlo. Tengamos paciencia y respetemos a cada persona que nos rodea. Antes de que ustedes nacieran (estaban conmigo en este mundo mucho antes de nacer, en mis óvulos, en mis células, en mis planes y sueños), antes de convertirse en los niños preciosos que son hoy, yo era una mujer diferente, fui una mujer triste, una bebé tranquila, una niña risueña, una adolescente complicada, una hija condescendiente, una novia problemática y una persona llena de cuestiones por resolver. Nací en medio de una noche tormentosa, y ese día traje conmigo al mundo un cúmulo de experiencias por vivir y proyectos por lograr que me han llevado hasta el lugar donde hoy me encuentro. He pasado muchas situaciones felices, otras realmente terribles, como la mayoría de las personas. Pero no son las situaciones en sí las que determinan lo que somos, sino cómo las atravesamos y lo que tomamos de ellas como aprendizaje. En este momento no recuerdo qué fue lo que me incentivó a definir el tipo de actitud que hoy utilizo día a día: con optimismo y energía positiva. Luego de muchos años descubrí que se trataba de la Ley de Atracción. Ustedes la conocen, les hablo de ella para que la incorporen desde ahora a sus vidas. Porque pueden creer o no, pero siempre funciona. Es como la gravedad. Aunque no crean no van a salir volando. Está ahí. Para nuestro provecho. La ley de atracción es la creencia de que los pensamientos (conscientes o inconscientes) influyen sobre las vidas de las personas, porque son unidades energéticas que devolverán a la persona una onda similar. Somos los que pensamos. Nunca lo olviden. Aprovéchenla. En este relato, trataré de contarles cómo llegué a ser la persona que soy, a través de los años y de los diferentes ciclos de mi vida. |
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