Este libro se ocupa de la observación del cerebro: el arte, sus cultores y sus sujetos, alrededor de 50.000.000 de indefensos norteamericanos.
La observación del cerebro es un vital fenómeno sociológico del siglo xx, que ha hecho de nuestra mente, de nuestros pensamientos íntimos, de nuestras opiniones políticas, de nuestras frustraciones (incluidas las de carácter sexual), de nuestras aspiraciones en suma, lo que habitualmente denominamos personalidad la materia prima de una activa y al parecer insaciable industria norteamericana.
La importancia de la personalidad masculina o femenina indudablemente ha llegado al cenit en esta era del "tipo bueno" v de la recompensa a la adaptación discreta. La inteligencia, la competencia, el esfuerzo y la capacidad están convirtiéndose en meros requerimientos básicos para tener oportunidad de mostrar nuestra verdadera pasta, a través de la personalidad. Las escuelas, las corporaciones, el gobierno todo el que contrata, despide, promueve, selecciona o elige han buscado desde hace mucho tiempo lo que es la piedra de toque del psicólogo: "¿Cómo se puede medir al hombre auténtico?"
El psicoanalista se esfuerza por realizar una medición que exige años y millares de dólares. Como veremos, el examinador del cerebro, el analista de la personalidad afirma que puede medir esos mismos esquivos imponderables humanos con la misma facilidad y precisión con que se cuentan los compactos que salen de una línea de montaje de Detroit. Dice que es capaz de medir la psiquis en beneficio de quien desee información en el breve lapso de cinco minutos, al mínimo costo de 20 dólares por cabeza, menos los descuentos comerciales normales.
El examinador del cerebro tiene muchos perfiles. Puede ser un psicólogo industrial, el profesor de psicología de una universidad, el director de personal de una gran corporación, el propietario independiente de una pequeña fábrica, un académico de 4.700 dólares al año que se ha convertido en un examinador comercial de 12.000 dólares anuales. A menudo es el supervisor de un organismo gubernamental, el director de una agencia de empleos, un consultor administrativo, un localizador de ejecutivo, un psicólogo escolar o un consejero de orientación profesional, un psicólogo militar, el funcionario de la oficina de ingresos de una universidad o de una escuela profesional. O quizás se trate simplemente de un organizador emprendedor, cuya única calificación universitaria como analista del cerebro sea el recibo del alquiler pagado por una lujosa serie de oficinas, en cuya puerta principal se lee el inverosímil nombre: "Instituto de Investigación y Desarrollo de la Personalidad, Sociedad Anónima."