https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano" de Edward Gibbon (página 7) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Miércoles 24 de abril de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  4  5  6  (7)  8 
 

Engrandecido el Danubio con las aguas del Teis y el Sava, apellidábase, a lo menos entre los griegos, el Ister, dividiendo la Mesia y la Dacia, conquistada la última, como hemos visto, por Trajano, y única allende aquel río. Si nos paramos a examinar el estado actual de aquellos países, hallaremos que a la izquierda del Danubio, el Temesvar y la Transilvania, tras varias revoluciones, se han agregado a la corona de Hungría, al paso que los principados de Moldavia y Valaquia reconocen el señorío otomano. Por la derecha del Danubio, la Mesia, que en la edad media quedó separada en los reinos bárbaros de Servia y Bulgaria, yace de nuevo bajo la servidumbre turca.

La denominación de Romelia, que aplican todavía los turcos a los dilatados países de Tracia, Macedonia y Grecia, está así conservando la memoria de su antiguo estado bajo el Imperio romano. En tiempo de los Antoninos, las regiones belicosas de Tracia, desde las cumbres del Hemo y Ródope, hasta el Bósforo y el Helesponto, quedaron constituidas en provincias, pero a pesar del cambio de dueños y de religión, la nueva ciudad de Roma, fundada por Constantino sobre la margen del Bósforo, ha seguido siendo la capital de una gran monarquía. El reino de Macedonia, que en manos de Alejandro avasalló al Asia, se granjeó ventajas más positivas con la política de entrambos Filipos, y con sus dependencias de Epiro y Tesalia se fue dilatando desde el mar Egeo hasta el Jónico. Al recapacitar la nombradía de Tebas y Argos, de Esparta y Atenas, se hace trabajoso el conceptuar que tantas repúblicas inmortales de la antigua Grecia vinieran luego a perderse en una provincia sola del Imperio romano, la cual se titulaba Acaya, por el influjo preponderante de la liga aquea.

Tal era el estado de Europa bajo los emperadores romanos. Las provincias de Asia, sin exceptuar las conquistas pasajeras de Trajano, están embebidas en el poderío turco; pero en vez de ir siguiendo los arbitrarios descuartizamientos del despotismo y de la idiotez, será más acertado y entretenido el atenernos a la estampa permanente de la naturaleza. Aprópiase con fundamento el nombre de Asia Menor a la península que, ceñida entre el Euxino y el Mediterráneo, se adelanta desde el Éufrates hacia Europa. La porción más extensa y floreciente, al poniente del monte Tauro y del río Halis, se engrandeció por los romanos con el dictado exclusivo de Asia, cuya jurisdicción abarcaba las antiguas monarquías de Troya, Lidia y Frigia, los países marítimos de los panfilíos, licios y carios, y las colonias griegas de Jonia, que igualaban en artes, aunque no en armas, la gloria de la metrópoli. La parte septentrional de la península, desde Constantinopla a Trebi-sonda, pertenecía a los reinos de Bitinia y Ponto; mas por la parte opuesta, la provincia de Cilicia terminaba en las cumbres de Siria, y el interior, deslindado por el río Halis del Asia romana, y de la Armenia por el Éufrates, formó allá en su tiempo el reino independiente de Capadocia. Debemos reparar aquí que las playas septentrionales del Euxino, allende Trebisonda en Asia, y el Danubio en Europa, reconocían la soberanía de los emperadores, recibiendo de sus manos ya príncipes tributarios, o ya guarnición romana. Budzak, la Tartaria, Crimea, la Circasia y la Mingrelia son las denominaciones modernas de aquellos países bravíos.

Bajo los sucesores de Alejandro, la Siria era el asiento de los Seléucidas, quienes reinaron en la Alta Asia, hasta que la rebelión triunfadora de los partos estrechó su señorío entre el Euxino y el Mediterráneo. Avasallada la Siria por los romanos, sirvió de confín oriental a su Imperio: ni le cupieron a esta provincia en su mayor ensanche más lindes que la Capadocia al norte, y por el sur los confines del Egipto y del Mar Rojo. Agregáronse a temporadas la Fenicia y la Palestina a la jurisdicción de Siria, siendo la primera una costa estrecha y peñascosa, y la segunda un territorio muy poco aventajado a Gales en extensión y fertilidad; pero descollarán entrambas para siempre en la memoria humana, puesto que América, al par de Europa, recibió las letras de la una, y la religión de la otra. Un desierto arenoso, igualmente falto de arbolado y agua, va ciñendo sesgamente la Siria, desde el Éufrates hasta el Mar Rojo. La vida vagarosa de los árabes corresponde a su independencia, y donde quiera que en tal cual sitio menos estéril que los demás se arrojaban a plantear alguna morada, quedaron también avasallados al Imperio romano.

Solían los geógrafos antiguos mostrarse dudosos acerca de la parte del globo en que debían colocar el Egipto. Hállase aquel decantado reino por su situación en la península inmensa del África, pero es únicamente accesible por la parte del Asia, cuyas revoluciones en todas épocas ha ido rendidamente siguiendo. Señoreábase un prefecto romano en el trono esplenderoso de los Tolomeos, y un bajá turco está ahora empuñando el cetro de hierro de los Mamelucos. Atraviesa el Nilo el país por espacio de cerca de doscientas leguas desde el trópico de Cáncer hasta el Mediterráneo, y va señalando por ambas márgenes el ámbito de la fertilidad por la extensión de su riego. Cirene, situada al poniente por lo largo de la costa, fue al pronto colonia griega, luego provincia de Egipto, y desapareció por fin con el desierto de Barca.

Dilátase la costa de África, desde Cirene al Océano, por el trecho de quinientas leguas; pero la ciñen tan estrechamente el Mediterráneo y el Sáhara o el arenal, que viene a reducirse a veinte o veinte y cinco leguas de ancho, y la parte oriental era la que conceptuaban los romanos como la provincia propia y peculiar de África. Habitaron el país fértil, hasta la llegada de las colonias fenicias, los libios, sumamente bozales. Emporio y centro fue del comercio bajo la jurisdicción inmediata de Cartago; pero ahora ha venido a parar el país en los estados débiles e incultos de Túnez y de Trípoli. El despotismo militar de Argel está tiranizando la dilatada Numidia, unida por algún tiempo bajo Masinisa y Yugurta; pero estrecháronse sus linderos en la época de Augusto, y más de dos tercios del país se apellidaron Mauritania con el sobrenombre de Cesariense. La Mauritania legítima o país de los moros, que por la antigua ciudad de Tinji o Tánger se distinguía con el nombre de Tinjitania, es ahora el reino de Fez; y Salé, a orillas del Océano, tan disfamado en el día por su sentina de piratas, se apuntaba por los romanos como el sumo extremo de su poderío y casi de su geografía. Asoma todavía una fundación suya junto a Mequinez, que es la residencia de un bárbaro que nos allanamos a apellidar emperador de Marruecos; mas no aparece que sus dominios más meridionales y el mismo Marruecos y Sejelmesa quedasen nunca comprendidos en la provincia romana. Los ramales del monte Atlas se van internando por la parte occidental del África, empinando allá sus cumbres y fomentando la fantasía de los poetas bajo un nombre que abarca el dilatado piélago que separa el antiguo y el nuevo continente.

 
Páginas 1  2  3  4  5  6  (7)  8 
 
 
Consiga Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano de Edward Gibbon en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano de Edward Gibbon   Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano
de Edward Gibbon

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com